Capítulo 1212
Angela miró a Rosana y luego a Dionisio, tragándose las palabras que tenía atoradas en la garganta.
Rosana también se quedó mirando la luz encendida sobre la sala de urgencias. Sin poder aguantarse, desbloqueo el celular y abrió la conversación con Román.
Sin embargo, después de dudar un rato, volvió a dejar el celular a un lado.
Dionisio se le acercó.
-¿Qué tienes? -preguntó con preocupación.
-Nada–contestó Rosana, tratando de ocultar el teléfono para que Dionisio no viera lo que estaba haciendo.
Pero Dionisio alcanzó a ver el nombre de Román en la pantalla y entendió enseguida nada, se acercó y tomó la mano de Rosana.
en
qué pensaba Rosana. Sin decir
-Tienes que confiar en Sara. Ella es fuerte, va a salir adelante -le dijo con una voz suave, intentando transmitirle tranquilidad.
Rosana ya no pudo más. Se apoyo en el pecho de Dionisio, buscando consuelo en su abrazo.
Esperar puede convertirse en la peor de las torturas. Hay momentos en los que el tiempo se estira y todo lo que puedes hacer es esperar la sentencia, como si la vida de alguien pendiera de un hilo invisible…
Nadie supo cuánto tiempo pasó. De pronto, la puerta de la sala de urgencias se abrió de golpe.
Salió el doctor, con la cara seria.
-La cirugía fue todo un éxito. Pero la noche de hoy sigue siendo crítica. Si logra pasarla, lo más probable es que pronto esté fuera de peligro. Si hay alguna infección… -hizo una pausa, mirando a todos con pesar-, haremos todo lo posible…
Javier no pudo contenerse. Corrió hacia el médico y le gritó:
¿Cómo que harán todo lo posible? ¿Eso es todo lo que pueden hacer?
Dionisio se interpuso entre ellos, sujetando a Javier por el brazo.
-Ya basta. El doctor tiene que seguir revisando a Sara. Si lo lastimas, ¿quién la va a operar si pasa algo?
En ese instante, Javier soltó al doctor y, desesperado, le suplicó:
-Por favor, sálvela. Le ruego que haga lo que sea necesario.
El doctor suspiró con cansancio.
-Haré todo lo que esté en mis manos.
Rosana no pudo quedarse con la duda y le preguntó:
-Espere, ¿por qué dice que podría haber una infección?
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-La paciente tiene varias costillas fracturadas. Una de ellas perforó el pulmón. A pesar de que hicimos todo lo posible durante la cirugía, si se presenta una infección, podría desencadenar un fallo total de los órganos -explicó el médico.
-¿No hay manera de evitar la infección?
-Estamos usando los mejores medicamentos que tenemos. Pero no hay forma de prometer que funcionarán al cien por ciento.
Después de escuchar eso, Rosana se dio la vuelta y se alejó hacia un costado del pasillo.
Todavía le quedaba una esperanza para cambiar el destino de su amiga.
Dionisio la siguió con la mirada, intuyendo lo que Rosana estaba a punto de hacer.
Aun así, no la detuvo.
Miró a Javier y, con la voz baja y firme, le ordenó:
-Tienes que tranquilizarte. Todos están haciendo su mejor esfuerzo. Ahora ve y deja que te atiendan la pierna.
Javier sacudió la cabeza, terco.
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Capitulo 1:
No me voy a ir. Me quedo aquí con ella. No me muevo hasta que Sara esté bien mañana.
Dionisio se irguló, con el rostro endurecido.
Esta vez no tienes opción. ¡Algulen, llevenselo a tratarlo, aunque tengan que amarrarlo!
Javier no se dejó dominar tan fácil. Ni los médicos ni los enfermeros lograron sujetarlo..
Al final, Dionisio tomó una jeringa con tranquilizante y se la aplicó. Solo así Javier quedó tendido en el suelo, sin fuerzas para resistirse.
En ese momento, Óscar Guzmán llegó corriendo.
-Yo me encargo de llevarlo a que lo atiendan.
Dionisio asintió y, sin perder tiempo, fue tras Rosana.
Rosana estaba en la salida de emergencia. Apretaba el celular entre las manos.
-Tengo que pedirte un favor -dijo, con la voz temblorosa, en cuanto contestaron del otro lado.
Para Rosana, no había forma de aceptar que algo malo le pasara a una de sus amigas. Solo pensar en la palabra “infección” le revolvía el estómago. No podía permitir que aquello sucediera.
Del otro lado, Román contestó con tono resignado:
-Pensé que estabas tan alterada porque te había pasado algo a ti, pero otra vez es por alguien más… La vez pasada fue por
Flora.
La voz de Rosana se quebró; casi no podía hablar.
-No quiero perder a nadie más, Román. No lo soporto.
Román soltó un suspiro.
-Manita, me llamas así de urgencia, y ni siquiera me dices Román. ¿Por qué no me dices por mi nombre, aunque sea una
vez?
Rosana, casi suplicando, le rogó:
-Román, te lo pido, por favor, salva a mi mejor amiga. No quiero que muera.
En ese momento, el miedo a quedarse sola se apoderó de ella. Rosana temblaba de pavor ante la posibilidad de perder a
Sara.
Román, al escucharla, respondió decidido:
-Está bien, ya voy. Tomo el helicóptero y regreso. No te preocupes, mientras yo esté aquí, la muerte no se la va a llevar. Rosana colgó el teléfono y se dejó caer en las escaleras, llorando en silencio.
Dionisio, desde la sombra de una pared cercanà, no pudo evitar sacar un cigarro y prenderlo, intentando calmar el desasosiego que lo carcomía por dentro.