Rosana soltó un suspiro de alivio y sonrió.
Bueno, abuelita, entonces me voy.
-Deja que el chofer te lleve.
Carmen observó a Rosana mientras se alejaba. En ese momento, el mayordomo se acercó y comentó:
-Veo que le tiene mucho aprecio.
Sí, su vida no ha sido fácil, pero es una mujer admirable.
Rosana llegó directamente a la Empresa del Arce y se sumergió de lleno en el trabajo.
Junto con su equipo, revisó datos y corrigió errores sin descanso.
Cuando al fin levantó la vista y volvió en sí, afuera ya se había hecho de noche.
Se estiró con fuerza, sintiendo el cansancio en cada músculo. Al revisar la hora, comprobó que en verdad ya era bastante tarde.
Tomó su celular y notó que Dionisio le había llamado y también le había mandado mensajes por WhatsApp.
Sin perder tiempo, le devolvió la llamada.
-Perdón, es que estuve tan ocupada en la oficina que ni vi tus mensajes.
-Ya lo sé–respondió la voz de Dionisio.
Al escucharla tan cerca, Rosana se dio vuelta y lo vio parado ahí, justo a unos pasos de ella.
Dejó el celular a un lado, sorprendida.
-¿Qué haces aquí?
-Vine a esperarte para que salgamos juntos.
Dionisio se acercó más.
-La abuelita y mi mamá me encargaron que viniera por ti, que no regresara solo a casa.
Rosana percibió el trasfondo de esas palabras y, al mirar a su alrededor, notó que sus compañeros fingían estar muy ocupados de repente, aunque el trabajo ya casi había terminado.
-Bueno… entonces, ¿nos vamos ya?
Dionisio tomó la iniciativa y le agarró la mano. Luego dirigió la mirada al resto del equipo,
-Les traje sushi para la cena, gracias por su esfuerzo.
El ambiente se animó de inmediato y todos celebraron la sorpresa.
Rosana, algo apenada, jaló a Dionisio hacia la salida.
-¿Por qué hiciste eso? -le dijo en voz baja.
-La verdad, te lo había traído solo a ti, pero sé que te ibas a sentir incómoda si los demás no recibían nada, así que mejor traje para todos.
Rosana no pudo evitar reírse.
-Sí que piensas en todo,
Dionisio le tocó la nariz con cariño,
-Te conozco demasiado bien.
Subieron juntos al carro y él le entregó una cajita de sushi.
-Come un poco, y ya en casa te preparo algo calientito.
7/2
18:40
→ Con esto está bien, si como mucho en la noche luego engordo,
Nada de eso, la abuelita me encargó que te diera de cenar, así que por lo menos pruébalo.
Rosana rio, resignada.
La abuelita siempre me trata increíble.
-Y así debe ser, porque te lo mereces.
Rosana recostó la cabeza sobre su hombro.
-¿Y tú no tienes pendientes hoy?
-Hoy estuvo tranquilo; la abuelita me pidió que no me excediera con el trabajo y que viniera a recogerte. Al final, terminé pasando la tarde aquí contigo.
Rosana se rio aún más.
-Seguro la abuelita ni se imagina que fui yo la que más tarde salió de la oficina.
Se acomodó mejor en el asiento, sintiendo el calor del interior del carro mientras contemplaba la noche por la ventana.
Se giró hacia Dionisio.
-¿Sabes? No recuerdo haber sido tan feliz como ahora.
-¿De qué hablas? Lo que viene será aún mejor.
Rosana asintió. Estaba convencida de que así sería.
Al día siguiente, Rosana se despertó temprano y notó que Dionisio estaba en el balcón hablando por teléfono. Su expresión era seria, casi tensa.
Cuando él volvió a entrar, Rosana lo miró con sospecha.
-¿No hacía frío allá afuera? ¿Por qué fuiste a contestar el teléfono afuera? ¿Acaso no quieres que escuche lo que hablas? Dime, ¿quién te llamó?
Dionisio se acercó y dudó un momento antes de contestar.
-No te alteres, ¿sí?
-¿Pero qué pasa? -preguntó Rosana, cada vez más inquieta-. ¿Tiene que ver con Keira? ¿O alguna ex tuya regresó?
Dionisio le tomó la mano, buscando sus ojos.
-Sara tuvo un accidente de carro anoche. Ahora mismo sigue en terapia intensiva.
Rosana, sorprendida, retiró la mano con fuerza.
Sintió como si el corazón se le hubiera detenido de golpe, y por un instante, el mundo se quedó en silencio.
18:40