Rosana sintió como la curiosidad se le despertaba de inmediato.
-¿Y qué te dijo? -preguntó, inclinándose un poco hacia Carmen, como si temiera perderse una sola palabra
-Me contó que le gustaba una chica. En ese momento, de verdad me alegré mucho por él, pero jamás imaginé que esa chica ibas a ser tu -respondió Carmen, con una sonrisa suave, llena de nostalgia.
Rosana se quedó en shock por un momento.
-¿Te lo dijo desde entonces? -pregunto, todavía sin procesar todo.
-Claro que si–afirmo Carmen, con un suspiro-. El sabía muy bien que tanto su mamá como yo nos opondríamos, y aun así lo hizo.
Carmen tomó con cariño la mano de Rosana.
-Después, cuando te vi en el hospital, supe que eras una buena muchacha. Pero me tocó hacer el papel de villana y separarlos. ¿En ese momento te sentiste muy mal?
-Sí, la verdad si me dolio. Yo no sabía el verdadero motivo por el que quería separarnos. Solo pensé que era por la diferencia entre nuestras familias.
Carmen dejó escapar una risa ligera.
-Bueno, la familia sí pesa, pero si mi hijo de verdad se enamora de una chica, ¿cómo podría oponerme?
De repente, Carmen arrancó una flor del jardín y la puso en las manos de Rosana.
-Te la regalo. Espero que tú y Dionisio siempre caminen juntos y que todo les salga bien.
-Gracias, abuelita. Me encanta -dijo Rosana, apretando la flor entre sus dedos.
-¿Te gusta más esto que los regalos caros de anoche? -bromeó Carmen, guiñándole un ojo.
Rosana se puso un poco colorada, dándose cuenta de que la señora notó cómo se sentía.
-Rosita, no te preocupes ni te sientas incómoda. No cargues con nada en el corazón. Es un regalo que damos de verdad, con cariño. Lo que pasa es que como somos bien ricos, los regalos salen un poco caros, pero el sentimiento es el mismo.
Rosana asintió, sintiendo que esa explicación le quitaba un peso de encima.
-Lo entiendo, abuelita.
-Bueno, entonces déjame mostrarte estas flores -dijo Carmen, animándose.
Rosana acompañó a Carmen a cuidar el jardín. El tiempo parecía deslizarse con lentitud, entre conversaciones tranquilas y el aroma de las flores, y Rosana sintió que cada momento adquiría un nuevo significado.
Llegó la hora del almuerzo antes de que se dieran cuenta. Carmen sonrió con ternura.
-Rosita, ¿no te parece aburrido esto?
-No, para nada. Me gusta mucho. Siento que así la vida tiene sentido.
Rosana la miró con gratitud y algo de emoción.
-Estar aquí me hace sentir que todo lo que he vivido cobra sentido.
Carmen asintió, comprendiendo el trasfondo de sus palabras.
-Has pasado por muchas cosas sola. Cuando tus papás se enteren, seguro se pondrán felices por ti.
Por la tarde, Rosana y Carmen comferon en el jardín. El ambiente era apacible, acompañado solo por el canto de los pájaros y el perfume de las flores.
De repente, Carmen se volvió hacia el mayordomo.
-¿Por qué mi nuera no ha regresado? ¿El trámite en el hospital tarda tanto?
El semblante de Rosana cambió al instante.
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Sabla muy bien lo dificil y doloroso que era el tratamiento de Flora
El mayordomo Intervino.
-No estoy seguro, señora. Si quiere, puedo llamar al hospital para preguntar.
Rosana intervino rápido.
-Después de cada tratamiento, suele descansar un rato, porque queda exhausta.
Carmen asintió.
-Tienes razón. Mejor que descanse un poco más antes de volver.
Sin embargo, una sombra cruzó el ánimo de Rosana.
Carmen se percató y la miró, con preocupación.
-¿Te pasa algo?
-No, solo me preocupo por ella. Sé que el tratamiento es muy pesado.
-Claro, pero no te culpes. Eso no es tu responsabilidad. Fue mi nuera quien confió en la persona equivocada. Es el camino que le toca ahora.
Rosana agachó la cabeza. Aunque entendía esas palabras, no podía dejar de sentirse inquieta.
Pero recordaba la promesa de Román, quien aseguró que en un mes traería el nuevo tratamiento, y entonces Flora dejaría de sufrir.
Carmen le dio unas palmaditas en la mano.
-Vamos a tomar un cafecito de la tarde, ¿sí?
Justo cuando Rosana iba a responder, sonó su celular.
Miró la pantalla y contestó rápido.
-¿Sí, jefe? ¿Qué pasó?
-El software que probamos antes está dando problemas. Nosotros ya no podemos arreglarlo, ¿puedes venir a checarlo?
-Claro, voy en camino.
Al colgar, Rosana miró a Carmen. Antes de que pudiera decir algo, la señora agitó la mano.
-Anda, ve tranquila. El cafecito podemos tomarlo después, tenemos todo el tiempo del mundo.
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