Dionisio le sirvió un poco de comida a Rosana y le dijo:
Come, esto la abuelita lo mandó preparar especialmente para ti. Es tu primera vez viniendo a casa, así que hay que mostrar sinceridad.
Rosana probó el platillo y asintió:
-Está delicioso.
La comida transcurrió sin contratiempos, entre risas y una atmósfera relajada. Todos parecían disfrutar de la compañía y la mesa estaba llena de anécdotas y comentarios cálidos.
Al terminar de comer, Carmen sugirió con entusiasmo:
-¿Qué les parece si nos tomamos una foto familiar para recordarlo?
Dionisio, casi por costumbre, miró primero a Rosana, buscando su aprobación.
Rosana sonrió y asintió con ánimo:
-Claro, me encantaría.
La verdad, le gustaba mucho el ambiente de la familia Jurado; sentía que el calor y la complicidad entre ellos la hacían sentir bienvenida.
Todos se dirigieron juntos a la sala y se acomodaron en el sofá para la foto. El mayordomo, cámara en mano, capturó el momento con un clic- que resonó en la estancia.
Cuando Rosana recibió la fotografía, se le iluminó el rostro y preguntó animada:
-¿Puedo compartirla en mis redes?
-Por supuesto, pero hay que agregarle algo más. Así se nota cuánto te valoramos en esta familia -dijo Carmen, sonriendo con picardía.
Enseguida, Carmen hizo que trajeran varias cajas de regalo y las pusieron frente a Rosana. Cuando vio la cantidad de joyas y accesorios, no pudo evitar tomar aire, sorprendida.
Levantó la vista, un poco abrumada:
-Abuelita, esto es demasiado, no puedo aceptar todo esto.
-Son regalos para tu primera visita le dijo Carmen, con un tono amable pero decidido.
Entonces Flora intervino:
-Falta mi regalo de bienvenida, todavía no lo han traído.
Momentos después, el personal apareció con bolsas y cajas de marcas de lujo: bolsos, ropa, zapatos, e incluso tarjetas de membresía para tiendas exclusivas.
Flora se acercó a Rosana y le dijo, entre risas:
-Mejor no compito con mamá, así que te traje cosas que sé que le gustan a las chicas jóvenes. Estos bolsos son ediciones limitadas, clásicos, joyas que conseguí en mi época de compras intensas. Ya ni se consiguen en el mundo. Si los llevas, vas a causar sensación en cualquier lado,
Rosana, rodeada de tantos lujos, miró a Dionisio pidiendo ayuda con la mirada.
Pero Dionisio simplemente le tomó la mano y le susurró:
-Si mi mamá y la abuelita te los están dando, recíbelos. Es para ti.
Rosana no pudo evitar sentirse un poco perdida. En el fondo, esperaba que Dionisio la ayudara a rechazar tanta extravagancia, peró ahí estaba, alentándola a aceptar.
Con una sonrisa algo incómoda, Rosana preguntó:
-¿De verdad… me puedo quedar con todo?
Carmen y Flora asintieron al unisono:
19:58
Claro todo es para ti.
Rosana vela las cajas y no podía calcular el valor exacto, pero seguramente superaban varios millones de peas. Adenu muchas de esas plezas ni siquiera se podían comprar con dinero; eran únicas.
Dionisio, viendo el revuelo, sacó su celular:
-¿Quieren que les tome una foto con los regalos?
Antes de que Rosana pudiera protestar, Carmen y Flora ya se habían acomodado a su lado. Carmen le colocó una pulsera de jade en la muñeca:
-Pontela, así la foto sale más bonita.
Flora le pasó uno de los bolsos más icónicos:
-Ponlo sobre tus piernas, este es el más clásico.
Rosana miró a Dionisio, buscando apoyo, pero él solo se concentró en tomar la foto, sonriente.
De regreso en la habitación, Rosana contempló la montaña de regalos sobre la mesa y miró a Dionisio con reproche. -¿Por qué no me ayudaste a rechazar todo eso?
Dionisio se encogió de hombros:
-Son regalos de bienvenida, acéptalos. A menos que no quieras quedarte conmigo para siempre…
-Pero es demasiado, son cosas carísimas.
Dionisio la miró, divertido:
-Rosíta, ¿no estarás confundida sobre quién soy? ¿No sabes que la familia Jurado es la más poderosa de todas?
-Sí, lo sé.
Dionisio, ahora más serio, le explicó:
-Entonces entiende: si diéramos regalos baratos, pensarían que la familia no tiene con qué, o que no te quieren. Así que si te dieron todo esto, es porque te aceptan.
Dionisio echó un vistazo a la montaña de regalos:
-Está clarísimo que les caíste muy bien.
-¿Cuánto crees que vale todo esto? -preguntó Rosana, aún incrédula.
-Difícil de decir. Lo que la abuelita te dio, esos antigüedades, valen mucho.
Rosana, con voz bajita, insistió:
-¿Pero cuánto es “mucho“?
-Así, entre todo, yo diría que por lo menos un millón. Y lo de mi mamá, como son bolsos de colección, ni idea cuánto pueda alcanzar.
Rosana se quedó boquiabierta.
-¿Un millón?
Así que… ¿esto era casarse con una familia poderosa? Ahora entendía por qué tantas personas soñaban con vivir algo así.