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Capitulo 1197
Capítulo 1197
Rosana no podía quitarse la preocupación de la cabeza si no encontraban a Francisco, todo el plan que habían armado se vendría abajo y no podrían seguir adelante.
Dionisio, notando su ansiedad, le apretó la mano con suavidad.
-No te angusties, ya mandé a alguien para que investigue el paradero de Francisco–le aseguró con tono firme.
-¿Pero cómo fue que Keira logró reemplazar a Francisco?-preguntó Rosana, sin poder disimular su desconcierto. Todo esto pasó tan rápido que ni lo puedo creer.
Dionisio la miró de frente y le recordó:
-¿Te acuerdas la vez que nos topamos con ellos en La Cúpula Dorada? Después de eso, Keira fue sola a contactar a los de esos pequeños clanes, los convenció para que colaboraran con la empresa PZ. Y con los que no podían asociarse, simplemente les vendió los productos de inversión de PZ.
–Sí, recuerdo… Pero, ¿de verdad Keira logró todo eso así de fácil? -soltó Rosana, incrédula.
Dionisio dejó ver una mueca burlona en su rostro.
-La verdad, la gente siempre quiere más, y ni se diga ahora que la empresa PZ goza de buena reputación aquí, además de que están lanzando proyectos de energía nueva que compiten directo con la Empresa del Arce. Así es sencillo ganarse la confianza de todos.
Al escuchar el análisis de Dionisio, Rosana sintió una incomodidad que le revolvió el estómago. Si lo pensaba bien, la empresa PZ los había calculado desde el principio, metiéndolos en su juego.
Frunciendo el ceño, soltó:
-Ahora entiendo por qué desde el principio la empresa PZ invirtió tanto en el proyecto de inteligencia artificial. Ya lo tenían todo planeado.
Alzó la vista hacia Dionisio, la voz cargada de inquietud:
-No sé tú, pero a mí estos tipos me dan miedo. Si algún día se enteran de que queremos destapar su engaño y que además queremos que devuelvan todo lo que han estafado… ¿no crees que podrían volverse peligrosos?
Sabía bien que meterse con el dinero de alguien era como meterse con su propia familia. Si estos tipos habían montado un fraude tan grande, seguro que harían todo lo posible por detener a quien intentara desenmascararlos, incluso deshacerse de ella y Dionisio.
Era igual que cuando demandó a la familia Montes. Ellos no dejaban de meterse en problemas, pero como Dionisio estaba a su lado, no habían podido hacerle nada; lo único que les quedaba era intentar destruir las pruebas.
Pero la empresa PZ era otra historia; quién sabe, tal vez hasta tenían gente dispuesta a todo.
Dionisio, captando el miedo de Rosana, la abrazó con fuerza.
-Sí, tienes razón, esto es peligroso. Por eso, la neta, pensaba ir a la policía.
-¿A la policía? -Rosana se quedó un instante callada-. ¡Claro! ¿Cómo no se me ocurrió? Aunque hay que tener cuidado, seguro que en la empresa PZ tienen gente infiltrada. Si han planeado todo tan bien, no creo que no tengan cómo defenderse.
-Eso lo tengo presente -asintió Dionisio. Por eso voy a pedirle ayuda a gente de confianza para investigar el caso. Con el apoyo de la familia Jurado, esto será una medalla para el que lo resuelva; créeme, alguien le va a entrar a fondo.
Rosana esbozó una sonrisa, sintiéndose más aliviada.
-Tienes razón, lo mejor es dejar esto en manos de los expertos. Pero también podemos seguir investigando por nuestra cuenta, pasarle las pistas y pruebas a la policía. Así tal vez logremos frenar cuanto antes el fraude de la empresa PZ y evitar que más gente salga perdiendo.
Dionisio le pellizcó la nariz con cariño.
-¿Así ya te tranquilizaste?
-Sí, ya me siento mucho mejor -dijo Rosana, mirándolo con ternura-. Pero sigue trabajando, ¿eh? Y luego no te tardes en salir, no vaya a ser que la abuelita se quede esperando en casa.
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-¿Y tú qué vas a hacer?-preguntó Dionisio.
-Voy a darme una vuelta por el hospital. Hoy seguro què la señora Jurado recibe el alta, asi que me voy con ella de regreso a la casa vieja.
Dionisio le tomó la mano, inclinándose para darle un beso, pero Rosana se apartó rápidamente, mirando con nerviosismo a su alrededor.
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-¡Oye! Aquí es la oficina, cuida las formas, ¿quieres?
-No va a entrar nadie–contestó Dionisio, con una sonrisa traviesa-. Solo quería un beso para recargar energías.
La abrazó y apoyó la barbilla sobre su hombro, suspirando.
-Yo también quiero salir temprano hoy.
Pero la montaña de trabajo sobre el escritorio solo le recordaba que, por ahora, eso era imposible.
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