Araceli prácticamente salió huyendo, como si escapara de algo que no podía enfrentar.
Jorge tampoco estaba mucho mejor.
Cada quien se perdió en sus propios pensamientos, sin notar lo extraño en los demás.
El semblante de André se endureció notablemente.
Después de todo lo ocurrido, Sabrina comenzó a confiar más en Hache. Ahora lo miraba con una certeza renovada, incapaz de creer que él pudiera estar involucrado en algo turbio.
Aunque André no había encontrado ninguna prueba concreta, una corazonada intensa le decía que Julio estaba metido en esto, y que Hache tenía algo que ver. Era una intuición tan fuerte que le retumbaba en el pecho.
Las palabras que Hache había soltado hace poco seguían rebotando en su cabeza…
André frunció el entrecejo, lanzándole una mirada discreta a Araceli.
Notó que Araceli evitaba el contacto visual, inquieta, como si su mente estuviera atrapada en una tormenta de dudas.
¿Acaso Araceli y Hache… se conocían de verdad?
Si si, ¿por qué Hache se arriesgaría a revelar que la estaba ayudando? No tenía sentido. No encajaba con lo lógico.
No era de extrañar que Sabrina dudara de todo; incluso para él, la situación era insólita, imposible de descifrar las
verdaderas intenciones de Hache.
Además, Hache había dicho que ayudó a Araceli a falsificar su historial médico…
André recordó que tanto Hernán como Sabrina habían mencionado lo mismo en algún momento.
Entonces, ¿la enfermedad de Araceli era real o solo una farsa?
Aunque la duda empezó a calarle hondo, André decidió no confrontar a Araceli de inmediato y, en su lugar, mandó a Iván a investigar el asunto de manera discreta.
La tormenta alrededor de Julio finalmente empezó a amainar.
Cuando lo trajeron de vuelta, parecía un cascarón vacío, como si hubiera dejado su alma en algu.. rincón oscuro.
Recordaba con claridad todo lo que había pasado aquel día. Aunque su cuerpo no le respondía, su mente se mantuvo despierta y consciente de cada humillación sufrida.
Sabía incluso que todo había sido transmitido en vivo.
-Toc, toc, toc-
Alguien llamó a la puerta de su cuarto.
Julio ni se inmutó, tirado en la cama, la mirada fija en el techo, tan vacío como si le hubieran arrancado la vida.
Fidel y
Nicolás entraron al cuarto.
Al ver el estado de Julio, Fidel arrugó la frente.
-Julio–llamó con voz queda.
Julio respondió sin emoción alguna.
-¿También viniste a reírte de mi?
-Julio, somos familia. ¿Cómo crees que vendría a burlarme de ti?-replicó Fidel, tratando de mantener la calma.
Julio esbozó una sonrisa amarga.
-¿Familia? ¿Cuántos en la familia Castaño no deben estar disfrutando de esto? Me quieren fuera, que suelte las acciones, que me deshaga de todo, hasta…
La voz se le volvió más oscura, casi venenosa.
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Capítulo 777
-Hasta quieren echarme de la casa.
Fidel apretó los labios y no dijo nada.
La situación de Julio había sido un escándalo. Sus fotos ya andaban rodando por todo el mundo, imposibles de borrar. La empresa le cerró las puertas, y el cargo de gerente general fue asumido provisionalmente por otro miembro de la familia Castaño.
En cuanto a echarlo de la familia…
Fidel bajó la voz.
-Julio, será mejor que te vayas un tiempo, que dejes que todo esto se calme. Cuando pase la tormenta, yo mismo iré por ti. Hizo una pausa, midiendo sus palabras.
-Ya le pedí a Nico que te comprara una isla. Has trabajado duro todos estos años, también mereces descansar.
Luego añadió, como quitándole peso al asunto:
-No te preocupes, tus acciones siguen siendo tuyas. Más adelante podrás volver a participar en las decisiones de la empresa y recibir tus dividendos.
Por muy bien que sonaran sus palabras, la verdad era otra: estaban exiliando a Julio de la familia Castaño.
El escándalo había sido tan dañino que solo alejándolo temporariamente podían calmar el chisme y la presión de la opinión pública.
Por ahora, Julio no podía ni aparecerse por la familia ni por la empresa.
El rostro de Julio se deformó en una mueca llena de rabia y desesperación.
-¿Quién fue? ¿Quién me hizo esto? ¡Lo voy a destruir, no voy a dejar ni rastro! Fidel titubeó, pero finalmente habló.
-…Fue Sabrina.
Nicolás abrió los ojos sorprendido, mirando a Fidel como si no pudiera creer lo que ac El propio jefe de la familia Fonseca lo había admitido: él mismo había hecho todo esto.