-Sabrina, tu noticia ya ni se siente en las redes, Julio te aplastó por completo -soltó Daniela con una sonrisa de esas que solo salen cuando se disfruta el problema ajeno.
-Aunque aca la transmisión en vivo la censuraron rapidito, hay demasiada gente hábil en internet, ¿sabes? Se las arreglaron para grabar todo el en vivo de Julio.
Daniela hizo una pausa, relamiéndose el chisme.
-Y para rematar, hasta lo compartieron por todos lados, como si fueran héroes del pueblo.
-Ahora, todo internet está lleno de fotos de Julio, y nada discretas, por cierto.
Se notaba que Daniela estaba disfrutando ver arder el mundo.
-Acá también están intentando limpiar las redes, pero es obvio que nadie se ha esforzado en tapar el escándalo. El “limpieza digital” va lentísimo, así que todos ya vieron lo que tenían que ver.
-Julio, la verdad, esta vez sí se fue a pique.
Cuando se trataba de tapar escándalos, el Grupo Carvalho era el rey. Si André quería, ningún chisme sobrevivía más de cinco minutos. Nadie se enteraba de nada. Pero esta vez, después de que André se enteró del accidente de Sabrina, dejó que la tormenta estallara. No movió un solo dedo para proteger a Julio; al contrario, dejó que las fotos vergonzosas circularan a sus anchas.
Sede del Grupo Carvalho.
Iván Silva entró en la oficina a reportarse. Apenas vio a Jorge, que acababa de llegar, le sonrió con cortesía.
-Señor Olivares, qué bueno verlo por aquí.
Jorge asintió apenas, con la seriedad que lo caracterizaba.
Iván le entregó a André el informe de su investigación y se retiró en silencio, dejando la sala en un ambiente tenso. Tan pronto se fue, André empezó a hojear los papeles con rapidez. Mientras más leía, más se oscurecía su mirada. -Este Julio sí que no aprende. Ya le habíamos dado una lección, ¿y todavía se atreve a buscarle problemas a Sabrina? -masculló entre dientes, con un tono tan seco que el aire pareció estancarse en la oficina.
Jorge le lanzó una mirada de lado.
-André, ¿de verdad no tuviste nada que ver con lo de Julio esta vez?
El otro lo miró de frente, sin pestañear.
-¿Tú crees que te mentiría con algo así?
Jorge soltó una risita, como si quisiera quitarle peso al asunto.
-No lo digo por desconfiar de ti, solo que, mira, la señorita Ibáñez no llevaba ni nada de haberse accidentado y, de pronto, a Julio lo exponen en todo el mundo. La coincidencia está de película. Pensé… que tal vez le estabas devolviendo el favor a la señorita Ibáñez.
André negó, con una voz calmada y hasta resignada.
-Cuando mandé a buscar a Julio, ese tipo ya se había esfumado de Cartagena. Nadie sabe dónde anda. Además…
André se quedó callado, con la mirada perdida en el expediente abierto sobre su escritorio.
En el fondo, él nunca habría optado por ese tipo de venganza. Sí, le gustaba que quienes le hacían daño a los
pagaran, pero lo suyo era más directo, menos rebuscado, nunca tan sucio. Esto… esto era otra cosa.
Quizá tenía mucho que aprender sobre cómo se mueve la gente en la sombra.
Jorge suspiró, bajando la voz.
-Si no fuiste tú, ¿entonces quién? ¿Los Ramos?
Capítulo 772
André negó sin dudarlo.
No, imposible. Si la familia Ramos hiciera algo así, sería una declaración de querra abierta. Para ellos lo más importante a la reputación. Que se maten a puerta cerrada, puede ser. Pero ventilarlo así, en público, sería como empezar una pelea que no terminaria nunca.
Jorge se quedó pensativo.
-Entonces, si no fueron los Ramos, ¿quién más? ¿Gabriel? ¿Marcelo?
-Tampoco lo creo. Gabriel puede ser inteligente y hábil, pero no es del tipo que inventa trampas tan bajas. Y Marcelo… él ni siquiera ha regresado a la familia Blanco, no tiene poder suficiente para armar tanto escándalo. Adernás, Valentino Blanco no se lo permitiría.
Jorge, en realidad, había ido a ver a André para tantearlo. Pero después de escuchar todo, le quedó claro que André no estaba detrás del asunto.
Aun así, no lograba entender quién más podría tener el motivo y la fuerza para hacer algo así.
-A ver, además de ellos, ¿quién más tendría motivos y capacidad para hacerle esto a Julio?
Los ojos de André, oscuros como tinta derramada, se afilaron en un instante. Cerró el expediente, entrecerrando los ojes, y con voz baja, dejó escapar un solo nombre:
-Hache.