El teléfono no tardó nada en ser contestado. Al otro lado, se escuchó la voz de un hornbre.
-¿Aló? ¿Quién habla?
La voz era clara, joven y completamente normal, sin el menor asomo
de locura o nerviosismo.
No había forma de adivinar qué clase de persona era solo por cómo sonaba.
Por alguna razón, Fidel sintió que esa voz le resultaba familiar, pero por más que trató, no lograba ubicar de dónde la
conocía.
-Señor Fonseca, buenas tardes. Habla Fidel, el jefe actual de la familia Castaño.
El hombre soltó una risa ligera.
-Desde hace tiempo he escuchado mucho sobre usted, señor Castaño. Que me llame asi, tan de repente, ¿a qué se debe el honor?
Fidel no perdió tiempo en rodeos.
-Señor Fonseca, imagino que ya escuchó sobre la transmisión en vivo de Julio, que está en boca de todos en internet.
Hizo una pequeña pausa antes de continuar.
-Hasta el momento, mis investigaciones indican que Julio está en Argentina. El servidor desde el que se está transmitiendo también está allá.
-Por eso, quisiera pedirle un favor: ¿sería posible desconectar, aunque sea por un minuto, la red de comunicaciones en Argentina para detener esa transmisión?
El hombre del otro lado respondió sin apuro.
-Lo siento, pero eso no va a poder ser.
Fidel insistió:
-Solo necesito que la apaguen por un minuto. Sé que eso podría causarles algunas pérdidas, y la familia Castaño está dispuesta a compensarlas en su totalidad…
Sin embargo, no terminó de hablar, porque el hombre lo interrumpió.
-Esa transmisión la organicé yo. Si acabo de ponerla al aire y ahora la corto, ¿no estaría quedando como un tonto?
-¿O es que mi palabra no vale nada?
Fidel se quedó mudo. Por un momento pensó que estaba escuchando mal.
-¿Qué… qué acaba de decir?
El hombre, divertido, repitió:
-La transmisión de Julio la organicé yo. Si no, ¿por qué cree que él está en Argentina?
Fidel seguía sin poder procesar lo que
escuchaba.
Cualquier persona en su sano juicio, aunque hubiese sido responsable, lo negaría o intentaría hacerse el desentendido.
Pero este hombre, en vez de ocultar, lo confesaba directamente.
Fidel no pudo evitar preguntarse en qué momento había pensado que este sujeto era “normal“.
Por lo visto, se había equivocado completamente.
Definitivamente, en la familia Fonseca no había nadie cuerdo.
Fidel, esforzándose por mantener la compostura, preguntó:
-No sé qué hizo Julio para ofender al señor Fonseca. Sea como sea, ¿por qué no nos sentamos a conversar? No hace falta que esto llegue tan lejos, ¿no le parece?
El hombre respondió con total indiferencia:
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Capítulo 771
-No hay nada que hablar. Me cae mal, punto. Se metió con quien no debla.
Esto es solo una pequeña lección. Si lo intentan de nuevo, la próxima no va a ser tan sencillo como una transmisión
Antes de que Fidel pudiera contestar, el hombre colgó.
Fidel apretó el celular con fuerza, rechinando los dientes.
-¡Vaya descarado! ¡Ni siquiera me respeta!
Nicolás había estado a su lado todo el tiempo, oyendo la conversación.
No se sorprendió en lo absoluto.
Ya sabía de sobra que los Fonseca no eran gente común.
Ahora, viendo esto, comprobaba que los rumores eran ciertos.
…Definitivamente, estaban locos.
Quién sabe qué hizo Julio para meterse con semejante personaje.
Incluso él lo consideraba un caso complicado.
-Tío, si los Fonseca no quieren ayudar, ¿qué hacemos ahora?
Fidel, con voz cortante, respondió:
-Retiren a la gente de las zonas donde se pueda. Hay que buscar la forma de sacar a Julio de ahí cuanto antes.
Nicolás asintió y enseguida se puso a dar instrucciones.
Daniela, al enterarse de la noticia, llegó al hospital casi saltando de emoción para compartir la bomba con Sabrina y Hache.
-¡Fue una batalla épica contra Julio! Nunca en mi vida había visto semejante espectáculo.