Capítulo 756
La luz del televisor iluminaba el rostro de Jullo, volviéndolo tan sombrío y siniestro como un espectro
Observaba la pantalla, donde una mujer aceptaba una entrevista, y se le dibujó una sonrisa torcida, casi macabra.
Sabrina, no voy a dejarte en paz.
Tras la competencia de solistas, seguía la de conjuntos.
En esta ronda, lo esencial era demostrar cuánta compenetración y trabajo en equipo tenía cada grupo.
En los certámenes internacionales, siempre había pruebas para equipos; no bastaba con ser una estrella individual, era clave saber colaborar.
Por eso, la puntuación del concurso de conjuntos era la más alta entre todas las pruebas.
Los compañeros de equipo se asignaban por sorteo.
A Sabrina le tocó como compañera una joven de poco más de veinte años, Valería Muñoz, una chica con buena mano y chispa especial.
Sin embargo, con el nivel que tenía Valeria en ese momento, todavía necesitaba foguearse mucho más si de verdad quería llegar a la gran final.
Hache conducía el carro, llevando a Sabrina al escenario del concurso.
Sabrina iba en el asiento del copiloto, con los ojos cerrados, buscando serenidad.
Para ella, la competencia no representaba gran dificultad, pero sabía que no podía confiarse.
Más aún, considerando que entre los participantes estaba Araceli, famosa por sus trampas y mañas.
El ambiente dentro del carro era tan callado que se podía escuchar el tic–tac del reloj.
De pronto, Hache rompió el silencio.
-Señorita Ibáñez, hoy la competencia es en dueto. Su compañera no está a su nivel, ¿eso no bajará su calificación?
Sabrina recostó la cabeza en el asiento, sin abrir los ojos.
-No lo creo. En los conjuntos lo que importa es la conexión, la química. Al final, los participantes tenemos habilidades muy distintas. Si solo se tratara de medir quién es mejor, no tendría sentido hacer una ronda de conjuntos.
-Ah, ya veo -comentó Hache.
En ese instante, el gesto de Hache cambió mientras manejaba, y su voz se tornó más grave.
-Señorita Ibáñez, parece que tenemos un problema.
Sabrina abrió los ojos de golpe.
-¿Qué pasó?
Sebastián miró el espejo retrovisor, con el ceño apretado.
-Hay un carro siguiéndonos.
Sabrina giró la cabeza; en efecto, a unos metros detrás, varias camionetas desconocidas avanzaban a la misma velocidad, manteniendo la distancia.
Sebastián mantuvo el ritmo, sin perder la calma.
-Ellos todavía no se han dado cuenta de que ya los notamos. Si lo hacen, seguro tratarán de acorralarnos.
Señorita Ibáñez, ¿qué hacemos?
El camino por el que iban era la única ruta posible para llegar al concurso.
Sabrina pensó unos segundos.
-Creo que por aquí adelante hay una callecita. Metámonos por ahí.
16:42 10
Listo
Diez minutos después, el rostro de Sebastián se vela aún más tenso.
Señorita Ibáñez, los carros volvieron a pegársenos. Y… hizo una pausa, mirando los vehículos que venían de frente otro lado ya también nos están cerrando el paso.
Me imagino que lo que quieren es justamente arrinconarnos aquí, en esta calle, y ahí sí hacernos lo que tengan planeado
Sabrina sintió como le pesaba el estómago.
Ya ni pensar en cambiar de conductor tenía sentido.
Mientras buscaba una salida, Sebastián volvió a hablar.
-¿Quiere que intentemos perderlos?
Sabrina parpadeó, sin comprender.
Al ver que ella no respondía, Sebastián supuso que su sugerencia no le convencía, así que insistió:
-¿0 acaso usted prefiere… chocar el carro y terminar en tragedia?
Sin esperar respuesta, Sebastian asintió.
-Perdón, señorita Ibáñez, no pensé bien. Si los esquivamos, seguro nos siguen persiguiendo. Chocar el carro, esa si sería una solución definitiva.
Sabrina se quedó en silencio.
¿Acaso ella había dicho algo así?
Cuando por fin iba a replicar, Sebastián ya había pisado el acelerador.
El carro rugió y salió disparado por la avenida, dejando atrás el asfalto como si volara. -Vruuum-