Thiago también la echo..
Se sentía como si fuera una apestada, rechazada en todos lados, sin importar a dónde fuera.
Sebastián, quien había guardado silencio todo el tiempo, sonrió y dijo.
-Señorita, si no tiene a dónde ir, puede subir al segundo piso. Hay una zona de descanso donde puede relajarse un rato.
-Alli están la señorita Ramos y la señorita Hoyos. Puede ir a saludarlas sí le apetece.
¿Eva y Rocío?
La verdad, siempre había querido conocer a Eva y Rocío, pero nunca se le había presentado la oportunidad.
Había escuchado a Sebastián decir que la relación entre Sabrina y Eva no era nada buena.
Por lo que recordaba, Sabrina había sido expulsada de casa precisamente por haberle robado el prometido a Eva.
Si conseguía la ayuda de Eva…
A Araceli se le iluminó el pecho con esperanza.
Sebastián sí que era un aliado confiable, mucho mejor que Fabián.
-Gracias por el aviso, entonces me voy para allá -respondió Araceli, agradecida.
Subió al segundo piso y, tal como le habían dicho, encontró a Eva y Rocío platicando en un sofá, algo apartadas del bullicio. Se acercó y saludó con educación:
-Señorita Ramos, señorita Hoyos, ¿cómo están?
Eva levantó lá mirada y respondió:
-Qué coincidencia encontrarte aquí, señorita.
-¿También vinieron a distraerse un rato? -preguntó Araceli, intentando sonar casual-. Por cierto, ¿vieron a Thiago y los
demás hace un rato?
-Sí, los vimos–contestó Eva, sin añadir nada más.
Aunque Eva le contestó, no se movió para invitarla a sentarse ni mostró mayor interés.
En cuanto a Rocío, ni siquiera volteó a mirarla, mucho menos le dirigió la palabra.
Araceli notó la distancia de Eva, pero no se sintió incómoda. Echó un vistazo alrededor, y luego bajó la voz con complicidad: -Señorita Ramos, hay algo que me gustaría conversar a solas con usted. ¿Podría acompañarme un momento?
Rocío, al oír esto, sí le lanzó una mirada, pero no abrió la boca.
Eva, sin cambiar su expresión, respondió:
-Lo que tenga que decir, puede decirlo aquí. Rocío y yo somos buenas amigas, no tiene que preocuparse por ella.
Al ver que no podía apartarla, Araceli dejó de insistir y se sentó justo frente a Eva.
-Señorita Ramos, escuché que Sabrina es la hija perdida de la familia Ramos, ¿cierto?
André ya sabía que Sabrina era la hija de la familia Ramos, así que no resultaba extraño que Araceli también lo supiera.
Eva simplemente asintió, con una sonrisa tranquila.
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Araceli continuó:
-También escuché que la relación entre usted y Sabrina no es muy buena… que incluso ella le
el prometido.
Eva la observó, impasible:
-¿A dónde quiere llegar, señorita?
-Lo que quizá no sepa, señorita Ramos, es que Sabrina solo pudo casarse con André usando artimañas bastante sucias.
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Los ojos de Araceli brillaron al recordar cómo, la última vez, Rocio se habla acercado tan directo a Sebastián. Entre todos grupo, sólo ella lo saludó asi de espontáneo….
Aprovechó y soltó, sonriendo:
-Y hasta el tal Hache, que siempre está con Sabrina, está ahí porque ella lo forzó a quedarse como su asistente usando métodos poco limpios.
Esta vez, Araceli noto satisfecha cómo por fin Rocío giró la cabeza y la miró de frente.
Por dentro, Araceli se relamía de gusto.
Siguió:
-Dicen que el enemigo de tu enemigo es tu amigo… No sé si las dos estarían interesadas en unirse a mi.
Lo que significaba esa “colaboración” estaba más que claro entre las tres.
Eva no respondió enseguida, pero tampoco la rechazó. Se limitó a mirarla con atención.
-Si de verdad quiere que colaboremos, señorita, tendrá que mostrar algo de interés, ¿no cree?
Al ver que había una posibilidad, los ojos de Araceli resplandecieron.
-¿Y qué tipo de interés le gustaría, señorita Ramos?
Eva jugó con su arete, como si pensara en algo lejano.
-¿Podría decirme por qué le interesaron tanto mis aretes la otra vez? ¿Por qué… quiso comprármelos?
Al mirar los aretes en la oreja de Eva, el color se le fue de la cara a Araceli.