Araceli le echó una mirada a André y notó de inmediato que el gesto de él se había tornado oscuro, como si una nube de tormenta se hubiera instalado en su expresión.
Incluso la forma en que la miraba se volvió distante, como si su presencia le molestara.
Sabrina, por su parte, parecía no notar nada y siguió con sus preguntas, toda curiosidad:
-¿Y cuándo fue la primera vez que se tomaron de la mano? ¿Quién fue el primero en buscar la mano del otro?
-¿Después de que confirmaron que estaban juntos, dónde fue la primera cita oficial?
-¿Alguna vez le preparaste alguna sorpresa romántica?
Sabrina se había transformado en una reportera, lanzando pregunta tras pregunta sin darle respiro a nadie.
Araceli sintió con claridad cómo, con cada nueva pregunta, el ambiente a alrededor de André se hacía más tenso, como si el aire mismo se estuviera congelando.
Unas diminutas gotas de sudor le empezaron a brotar en la frente.
¿Sabrina lo hacía a propósito?
Si Sabrina armaba un escándalo, todos dirían que era porque era celosa y no sabía dejar pasar nada. Pero, al actuar así y preguntando de manera tan directa, lograba atraer toda la incomodidad hacia Araceli misma.
Era como si Sabrina quisiera que André la terminara viendo con malos ojos.
Araceli intentó evadir la trampa como pudo:
-… La verdad, ya no me acuerdo bien de esas cosas.
Sabrina sonrió con un aire de superioridad, como si ya supiera la respuesta:
-Pero, señorita, hasta el primer encuentro lo tienes clarísimo. ¿Cómo es que justo lo más importante y especial, así de fácil se te borra?
Mientras–hablaba, le lanzó una mirada a André, con esa sonrisa entre burlona y retadora.
-Siempre pensé que la señorita sentía algo muy profundo por el señor Carvalho, pero si ni de esas cosas importantes te acuerdas… eso de que no puedes olvidarlo, parece que solo es cuento tuyo.
El rostro de Araceli se transformó; su expresión iba y venía entre el enojo y la incomodidad.
Si decía que sí recordaba, Sabrina le iba a sacar información hasta el cansancio. Pero si decía que no, Sabrina aprovecharía para burlarse y decirle que no era sincera con André No importaba lo que respondiera, iba a quedar mal de todas formas.
Al final, la que salía perdiendo era ella.
Sintiéndose arrinconada, Araceli notó que los músculos de su cara temblaban de la tensión.
Voy a saludar a Thiago, ya luego vengo a platicar con ustedes.
Era mejor alejarse un rato y dejar que las aguas se calmaran.
Sabrina se acomodó en su silla, tranquila.
-Perfecto, aquí te espero para que sigamos platicando cosas bonitas.
Como no podía hacer nada con André por el momento, Araceli decidió centrar su atención en Thiago.
Al ver a Sebastián, solo le hizo una seña de cortesía y siguió adelante.
Enfocó su atención en Thiago:
-Thiago, ¿no te cansas practicando tiro al blanco? ¿Quieres descansar un rato?
Thiago estaba con el arco en mano, a punto de disparar, pero al escuchar a Araceli perdió la concentración. La flecha se desvió y ni siquiera tocó el objetivo.
Al ver lo que pasó, Araceli trató de animarlo:
-No te preocupes, apenas estás empezando. Vamos a nuestro ritmo, no hay por qué apurarse.
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Thiago tomó otra flecha, la colocó y se preparó para disparar concentrado. Pero justo cuando iba a solters, la voz der volvió a sonar:
-¡Vamos, Thiago! ¡La señora Vargas confía en ti!
La mano de Thiago temblo y volvió a fallar el tiro.
Después de eso, Araceli se la pasó dándole agua, limpiándole el sudor, más atenta que cualquier mamá
Pero lejos de sentirse agradecido, Thiago empezaba a fastidiarse.
Y es que con tanto alboroto de Araceli, no había dado ni un solo tiro bueno.
Al final, dejó el arco a un lado y la miró, serio.
-Señora Vargas, ¿puede dejar de hablarme un momento? Quiero practicar tranquilo.
Araceli se quedó pasmada.
-¿Te interrumpi, Thiago?
Antes, Thiago se hubiera tragado el enojo y habría dicho que no, que todo bien. Pero esta vez, después de ver lo hábil que eran su papá y Sebastián, algo dentro de él había cambiado.
Se había prometido a sí mismo que sería tan bueno como ellos.
Por eso, solo quería enfocarse en practicar tiro al blanco.
Asintió con la cabeza.
-Señora Vargas, mejor vaya a descansar donde están mis papás. Yo al rato la busco.
Dicho eso, Thiago agarró de nuevo el arco, ansioso por seguir practicando.
Araceli se sintió aún más incómoda.
No podía volver con André por ahora…