-No pasa nada, solo me parece que te he visto en algún lado -comentó Sebastián, frunciendo un poco el ceño, como si intentara recordar algo que se le escapaba entre los dedos.
-¿Se te ha regresado algo de la memoria? -preguntó Sabrina, con
Sebastián guardó silencio unos segundos antes de responder:
una chispa de esperanza en la voz.
-A veces sueño con fragmentos desordenados, pero es muy difícil unirlos. Todo parece un rompecabezas incompleto.
-Eso ya es un avance -dijo Sabrina, esforzándose por sonreír-. Quiere decir que tu memoria está empezando a moverse. No te desesperes. Cuando empiece a aflojar, después todo vuelve rápido.
Apenas llevaban un par de frases, cuando André, que le estaba enseñando a Thiago a tirar con arco, los vio y funció el ceño, claramente incómodo con la presencia de Sebastián.
-Thiago, practica un poco tú solo. En un momento vuelvo y seguimos -le dijo André al niño, con un tono suave pero firme. Thiago asintió obediente, concentrándose de nuevo en el arco.
André se acercó a Sabrina y Sebastián.
гу.
En cuanto Sabrina lo vio, su expresión se volvió distante, casi impasible.
Después de cinco años de matrimonio, podían contarse con los dedos de una mano las veces que habían salido juntos. Ahora que ya estaban divorciados, André parecía tener mucho más tiempo para presentarse cada tanto frente a ella.
Sebastián, al notar la tensión, fue rápido para excusarse:
-Señorita Ibáñez, voy a acompañar a Thiago a practicar un rato -anunció, apartándose con naturalidad.
-Está bien, ve–respondió Sabrina, casi sin mirarlo.
En cuanto Sebastián se fue, Sabrina bajó la mirada y comenzó a trastear con su celular, como si André ni siquiera existiera.
De pronto, una botella de bebida apareció frente a ella.
Sabrina levantó la mirada y vio la mano de André, ofreciéndole la botella, ya abierta.
-Toma un poco de agua -le dijo él con voz calmada.
-No, gracias -respondió Sabrina, sin levantar la cabeza.
André se sentó justo frente a ella, cruzando los brazos.
-Sabrina, ¿de verdad tienes que tratarme de una forma tan distante?
Ella lo miró con una mezcla de sorpresa y fastidio.
Ya estamos divorciados, ¿quieres que ahora sea cariñosa contigo o qué?
André abrió la boca para replicar, pero en ese momento una exclamación y un aplauso en el área de tiro interrumpieron la conversación.
-¡Señor Sebastián, qué increíble!
Sabrina miró hacia allá, justo a tiempo para ver a Sebastián, a quien todos llamaban Hache, sosteniendo el arco con tres flechas preparadas. Soltó la cuerda y -shhhh–las tres flechas volaron directas al centro del blanco, una tras otra.
Thiago lo miraba con una admiración desbordante, como si quisiera aprender de él todo lo posible.
La expresión de André se endureció, y apretó los dientes.
Ese tal Hache, definitivamente tenía segundas intenciones.
Si decía que se acercaba a Sabrina şin buscar nada a cambio, no lo creía ni por un segundo. Apen Sabrina, el tipo iba directo a Thiago. Alguien así, con ese tipo de interés, no podía ser una persona sencilla.
dré lo alejaba de
Hasta ahora, tanto Sabrina comp Thiago parecían confiar y querer mucho a Hache, y eso solo hacía que André se preocupara más.
Pensando en todo eso, miró fijamente a Sabrina y le advirtió:
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apitulo 7AN
Sabrina, no puedes seguir permitiendo que ese desconocido este tan cerca de ti.
Ese hombre es peligroso. Tarde o temprano te va a traer problemas,
No hace falta que te preocupes por mí, señor Carvalho -le contestó Sabrina, con voz serena-. Yo sé muy bien la que hago.
André insistió, el tono de su voz se volvía más grave:
-Si sigues así, puedes terminar metiendo en problemas a Thiago.
-Si no quieres pensar en ti, ¿no puedes al menos pensar en Thiago?
Sabrina lo miró directo, sin parpadear:
-Según tú, Gabriel no es buena persona, Hache viene con malas intenciones y mi compañero Marcelo Blanco solo busca meter cizaña.
-André, ¿no será que para ti, ninguno de los hombres que me rodean vale la pena?
Sabrina ya no se guardó nada.
-Entre tú y yo ya no hay nada. Mejor guarda tus celos, porque si Araceli llega a ver esto, capaz y se enferma otra vez.
André apenas alcanzó a decir, casi en un susurro:
-Lo de Araceli y yo…
Pero ni siquiera terminó de hablar, porque una voz alegre los interrumpió de golpe.
-¡André, qué milagro verte por aquí!
Él giró el rostro y, al ver quién era, no pudo evitar que
se
le moviera un poco el párpado.
-Araceli, ¿qué haces aquí?
Araceli sonrió, radiante:
-Thiago me dijo la última vez que le gustaba el tiro al blanco, así que vine a practicar. Así la próxima vez puedo acompañarlo yo también.