-Así es, la niña todavía está pequeña, si no quiere ir, pues que no vaya. Pero tú, ya estás grande, ¿cómo es posible que no sepas cuidar a tu esposa?
-Te ves todo formalito, pero resultas ser tan insensible.
Las voces de la gente lo rodeaban como aguijones, cada quien soltando su reproche, y el rostro de André se tensé visiblemente.
Él, casi sin pensarlo, trató de explicarse:
-Ella no es mi esposa.
Apenas terminó de hablar, la multitud alzó más la voz. El tono de los comentarios subió de nivel.
-¿Que no es tu esposa? Entonces, ¿para qué la abrazabas?
-Eso, eso, si no es tu esposa, ¿por qué solo tú la abrazaste? ¿Por qué nadie más lo hizo?
-Ese niño de hace rato, ¿no es tu hijo? Ya está grandecito, así que seguro llevas años casado. Si esta señorita no es tu esposa y la abrazas de esa forma, ¿no te parece que estás engañando a tu esposa?
André escuchaba la andanada de críticas con una mezcla de sorpresa y enojo. ¿Cómo podían malinterpretar tan fácilmente su relación? Buscó con la mirada a Sabrina, esperando que ella no pensara lo mismo que la multitud.
Sabrina sintió la mirada de André. Alzando la vista, lo encaró sin titubear.
-Señor Carvalho, mejor acompañe a la señorita al hospital, ¿no cree? Al final, dejar a una mujer sola en estas condiciones no está nada bien.
-Además, de todos los que estamos aquí, si ella no confía en usted, ¿en quién más podría apoyarse?
Sin pensarlo, André propuso:
-Puedes acompañarme…
Pero Sabrina lo interrumpió de inmediato:
-Señor Carvalho, con todo respeto, la verdad mi relación con la señorita no es s tan cercana. Ella vino a buscarlo a usted, y ahora que necesita ayuda, ¿no le parece absurdo que la deje en manos de terceros y no la lleve usted mismo? Pregúntele a cualquiera aquí, ¿eso le parece lógico?
El grupo no tardó en secundarla:
-¡Eso no tiene sentido! ¡Es el colmo!
-Si ni a la propia esposa atiende, imagínese cómo será en la casa. Vaya forma de tratar a la familia.
-Y encima ni reconoce que es su esposa, ¿será que quiere andar por ahí diciendo que está soltero para conquistar chicas jóvenes?
En medio de todas esas miradas de desprecio, llegó la ambulancia.
Thiago también se unió al coro:
-Papá, ve tú tranquilo, yo aquí puedo cuidarme solo.
André se quedó en silencio, sin palabras.
Ante la presión, no tuvo más remedio que subir a la ambulancia.
Justo antes de irse, André movió los labios, queriendo decirle algo a Sabrina. Pero ella ya se había dado la vuelta y se
alejaba sin mirar atrás.
La ambulancia avanzó veloz, abriéndose paso hasta el hospital.
Araceli, temerosa de que la dejaran sola durante una posible cirugía, no se atrevía a seguir fingiendo estar inconsciente. Se aferró con fuerza a la manga de André y murmuró con voz temblorosa:
-André, por favor, no me dejes aquí sola…
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Capitulo 728
-Tengo tantas cosas que quiero decirte…
-André, tengo miedo de cerrar los ojos y no volver a verte.
André reprimió su fastidio y se esforzó por consolarla.
Pasaron varias horas entre exámenes y cuidados médicos.
Después de todo el proceso, la salud de Araceli por fin se estabilizó.
El doctor dijo con tono profesional:
-La señorita no debe esforzarse, ni participar en actividades de riesgo. Necesita descansar y mantener el ánimo en alto
Cuando el doctor se fue, Araceli bajó la cabeza, llena de remordimiento.
-André, todo esto es por mi culpa y mi mala salud. Te causé otro problema,
André tenía una expresión distante, imposible de leer.
-Si sabías que no podías con estas cosas, ¿por qué insististe?
Araceli bajó la mirada, apenada.
-Solo… no quería arruinarle el día a los demás,
André, con voz tranquila, le contestó:
-Aunque no hubieras ido, nadie te habría culpado.
Ella susurró:
-Entiendo… No volverá a pasar.
André revisó fa hora.
-Ya que estás bien, me retiro.
Araceli se quedó pasmada.
-¿A dónde vas, André? ¿Vas a dejarme aquí sola?