Sin esperar respuesta de Araceli, él también entró al lugar,
Thiago y Romeo seguían sentados, uno a cada lado de Sabrina.
Gabriel se ubicó junto a Roméo, y André, que también había llegado, tomó asiento al lado de Thiago.
En ese momento, una figura vestida de blanco puro se acomodó junto a André.
-¿Qué haces aquí? -preguntó André, sorprendido. ¿No decías que tu salud no te permitía subirte a estas cosas?
Araceli respondió con voz suave:
-Últimamente me he sentido mucho mejor. Además, Thiago acaba de decir que sí uno nunca se mueve, el cuerpo termina por fallar. Justo nunca me he subido a un barco pirata, así que quise probar.
De inmediato, Araceli le echó la culpa a Thiago con una sonrisa sutil.
Después de que el encargado revisó los cinturones de seguridad de todos, el barco pirata empezó a moverse, balanceándose lentamente.
El movimiento no era tan fuerte, y como el barco era grande, la sensación resultaba bastante suave; no generaba mareo ni incomodidad.
Era la primera vez que Thiago se subía a una atracción tan “emocionante“, así que abrió los ojos como platos, dejando escapar exclamaciones llenas de asombro.
Romeo también mostró una sonrisa radiante.
Por fin, los dos niños dejaban ver ese lado inocente y juguetón que a veces escondían.
Pero justo cuando la emoción iba en aumento, una voz fuera de lugar interrumpió el ambiente festivo.
-Me siento mareada, André… creo que voy a vomitar… ¿Será que otra vez me está dando algo?
El aire alegre se esfumó de inmediato.
Todos, incluso Sabrina y los demás pasajeros, miraron a Araceli con desconcierto.
Ella se sujetaba el pecho, la cara desencajada y tan pálida como una sábana, como si fuera à desmayarse en cualquier
momento.
Eso bastó para que los demás pasajeros entraran en pánico.
-¡Dios mío! ¿Qué le pasa a esa señora?
-¿No será un ataque al corazón?
-¿Cómo va a subirse aquí si tiene problemas del corazón? ¿Quiere tentar a la suerte o qué?
-¡Encargado, encargado! ¡Aquí hay alguien que se nos va!
-¡Párenlo ya! No quiero que pase algo aquí, después ni loca vuelvo al parque.
En cuestión de segundos, el barco pirata se convirtió en un caos total.
Los gritos y risas emocionadas de antes se apagaron, y solo quedaba el murmullo nervioso de la multitud.
El encargado, al captar lo que ocurría entre tantos reclamos, detuvo la atracción cuanto antes.
El barco fue frenando poco a poco, mientras los pasajeros no dejaban de susurrar y mirar a Araceli como si fuera una bomba a punto de explotar.
André tampoco esperaba que la situación de Araceli fuera tan delicada.
Tenía el ceño fruncido y una expresión de preocupación que no podía disimular.
Thiago, nervioso, se acercó a Araceli.
-Señora Vargas, ¿está bien?
El responsable del parque, temiendo que el asunto se saliera de control, llamó a una ambulancia de inmediato.
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Sabrina se mantuvo a un lado, observando a Araceli con una calma cortante y notando cómo, cada vez que la otra mujer la miraba, se le escapaba una mueca de superioridad y reto.
¡Qué manera de marcar territorio!
Cada vez que Sabrina quería hacer algo divertido, si Araceli no estaba de acuerdo, nadie disfrutaba. Y, una vez más, lo había logrado.
André y Thiago, al verla “enferma“, volvieron a rodearla, atentos y preocupados.
Gabriel, al ver la escena, soltó una risita.
-¿Así era como arruinaba todo antes? ¿Siempre hacía lo mismo?
Por dentro, Sabrina ya no sentía ni rabia ni sorpresa. Contestó con calma:
-Así es.
Gabriel negó con la cabeza, como si le costara creerlo.
-Esas artimañas sí están bien chafas.
Sabrina sonrió, encogiéndose de hombros.
-No importa si son simples, mientras haya quien caiga.
Gabriel la miró de reojo y de pronto le regaló una sonrisa pícara.
-Sabrina, te has vuelto mala.