Capítulo 714
Hache apareció justo a tiempo, convirtiéndose prácticamente en el salvador de Sabrina.
Sebastián se quedó pensativo unos segundos y luego soltó:
-A decir verdad, soy casi un inútil para las cosas de la vida diaria. Si de verdad quiere agradecerme, señorita Ibáñez, ¿qué le parece si algún día me invita a comer cuando tenga tiempo?
Hizo una pausa y agregó:
-Y además…
Sabrina, que no soportaba deberle favores a nadie, preguntó enseguida:
-¿Y qué más?
Sebastian sonrió, con esa tranquilidad que parecía natural en él.
-No me gusta salir de compras ni sé mucho de elegir ropa. Usted tiene buen gusto, señorita Ibáñez. ¿Podría ayudarme a escoger un par de mudas?
Sabrina tenia una herida leve en la muñeca; para evitar que se infectara, no podía mojarse la mano, así que por el momento cocinar en la noche quedaba descartado.
Como esa tarde no tenía nada pendiente, aceptó la propuesta sin dudar.
-Perfecto, ¿tienes tiempo ahora? Si no tienes planes, podemos ir de una vez.
Sebastián asintió:
-Listo, vamos.
Así, Sabrina lo llevó a una tienda de ropa elegante adonde solía ir con frecuencia.
Antes, acostumbraba comprar allí la ropa para Thiago Carvalho y André Carvalho.
Ahora, con Sebastián convertido en su salvador y sin problemas de dinero, por supuesto lo llevó al centro comercial más exclusivo.
En cuanto entraron, una de las vendedoras se acercó con una sonrisa de oreja a oreja.
-Bienvenidos.
Pero al reconocer a Sabrina, su entusiasmo subió aún más.
-¡Señorita Ibáñez! Hace rato no la veíamos por aquí. ¿Hoy viene a elegir ropa para su esposo y su hijo?
La vendedora bajó un poco la voz, en tono de complicidad.
-Ayer nos llegó mercancía nueva, ¿quiere echarle un vistazo?
Sabrina era una clienta de alto perfil en esa tienda. Aunque a simple vista parecía una mujer sencilla, cuando se trataba de comprar, siempre elegía lo mejor.
Sus compras delataban que era una mujer con familia: esposo, hijo… Al menos eso suponían las vendedoras.
En realidad, más de una de ellas había apostado a que la señorita Ibáñez debía haberse casado con un señor de plata.
No sabían cuántos años tendría su esposo, pero, por las tallas de la ropa, deducían que debía medir como un metro ochenta y ocho, y estar en muy buena forma.
Un marido con dinero y semejante físico… Si tocara escoger a un hombre mayor, pero bien plantado y con plata, ellas también lo harían sin dudar.
El único problema era que ninguna de ellas tenía la cara de Sabrina. Así que, por más que soñaran, sabían que quedarse en la fantasía era lo único posible.
Sabrina aclaró enseguida:
-Hoy vine a ayudarle a mi amigo a escoger ropa.
Se giró y señaló a Sebastián:
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Capitulo 714
Por favor, ayúdanos a buscar unas prendas que le queden bien a él.
La vendedora, al mirar a Sebastián, no pudo ocultar el asombro en su mirada.
Por Dios, ¡qué tipo tan guapo!
Sebastián notó la atención y, con amabilidad, le sonrió.
-Le agradezco mucho, señorita.
La vendedora, algo apenada, reaccionó rápido:
-No, no es molestia para nada…
Rápidamente los condujo hacia el fondo del local, explicando las ventajas de cada prenda y, de vez en cuando, lanzando miradas furtivas a Hache.
¿Amigos? Le costaba creer que fueran solo eso.
Entre hombre y mujer, ¿existía de verdad una amistad tan inocente? Más aún cuando el tipo estaba tan bien parecido…
¿Será que… la señorita Ibáñez tenía un amante joven? No era descabellado. Sebastián parecía recién salido de la universidad.
Sabrina, guiada por las sugerencias de la vendedora, seleccionó más de diez conjuntos.
-Hache, ve probándote estos. Si no te gusta alguno, buscamos otros.
Sebastián tampoco se anduvo con rodeos:
-De una.
La vendedora observó que Sabrina seguía siendo tan generosa como siempre, y no pudo evitar preguntarse en silencio:
¿No será que ella es la que tiene plata y no depende de ningún hombre?
¿Será que ese esposo y ese hijo de los que siempre hablan en realidad viven a costillas de ella?
¿Será por eso que Sabrina puede darse el lujo de gastar a su antojo?
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