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Capitulo 702
Capítulo 702
Sabrina miró a Marcelo.
-Compañero, ¿qué pasa?
Marcelo preguntó:
-Si no regresas con la familia Ramos, todo lo que les pertenece, me temo que ya no tendrá nada que ver contigo. Tú… ¿estás segura de eso?
Sabrina se sorprendió un poco de escucharlo decir esas palabras. Marcelo siempre había sido un idealista. Para él, el dinero no era importante. Si no, en su momento no habría rechazado a Valentino Blanco.
Sabrina respondió con sinceridad:
-Lo que no es mío, ni me interesa.
Marcelo insistió:
-¿Y si en realidad sí te corresponde una parte?
Sabrina lo pensó.
-Si no es mío, no lo quiero. Pero si algo me pertenece, que nadie se atreva a quitármelo.
Marcelo hizo un cálculo mental del tiempo. Ya casi era fin de año, y las acciones originales que le dejó su maestro estaban por llegar a término. En ese momento, los abogados y los veteranos de la empresa sin duda contactarían a Sabrina.
Por un lado, estaba su mayor pasión: su carrera. Por el otro, las acciones que Celeste Ibáñez le había dejado. No tenía idea de qué decisión tomaría Sabrina.
De hecho, la única persona que conocía ese secreto era Marcelo. Ni siquiera Sabrina lo sabía. Tampoco los Ramos. Si hubieran sabido, jamás la habrían echado.
Pero cuando llegara la fecha de vencimiento de las acciones, los Ramos se enterarían. Conociendo la actitud de ese cuarteto de padre e hijos, seguro forzarían a Sabrina a transferirles las acciones y harían correr el rumor. Aunque por fuera Sabrina parecía tener todo bajo control, enfrentarse a esos cuatro viejos zorros seguía siendo demasiado complicado para ella.
Por eso, en cuanto terminara el concierto, él debía regresar de inmediato con la familia Blanco, para estar a su lado y ayudarla a conseguir esas acciones cuando llegara el momento.
Por ahora…
Lo mejor era dejar que Sabrina se concentrara en la competencia.
Al poco rato, Hache llegó.
Todos empezaron a pedir la comida y, entre risas y plática, compartieron una cena animada.
Al terminar, Sabrina recordó que había dejado unas cosas en el estudio. Le pidió a Daniela que llevara a Romeo a su casa y que lo acompañara un rato, mientras ella regresaba por lo que olvidó y, de paso, pasaba por el mercado para comprar ingredientes y prepararles una gran cena esa noche.
Daniela era una glotona empedernida. Desde que Sabrina se había divorciado, solía ir seguido a su casa a aprovechar las comidas. Al escuchar que Sabrina iba a cocinar personalmente, no dudó en chocar las palmas con Romeo y empezaron a sugerir platillos.
Sabrina anotó todo lo que querían comer, pensando en regresar primero al estudio y luego ir por lo
eres.
Gabriel quería acompañarlas, pero tenía que atender unos pendientes urgentes en la oficina. Debía terminar todo lo de esos días cuanto antes, para así tener tiempo libre y acompañar a Romeo… bueno, y pasar más tiempo con Sabrina.
Hache fue quien llevó a Sabrina y Carolina de vuelta al estudio en el carro.
Carolina se preparaba para regresar a practicar piano.
Sabrina había planeado descansar unos días, pero como empleada, no podía darse los mismos lujos que el jefe. Sabía que, a diferencia de Sabrina, Daniela y Marcelo, ella no podía relajarse solo por tener buena relación con la jefa. Además, de
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verdad quería mejorar su técnica. Ya había desperdiciado demasiado tiempo por culpa de Julio Castaño. Si Sabrina, siendo tan talentosa, nunca dejaba de esforzarse, ella menos podía quedar mal.
Al bajarse, Sabrina le dijo a Hache:
-Espérame aquí, no tardo.
Hache asintió.
Sabrina y Carolina caminaron platicando rumbo al estudio. Pero justo cuando estaban por llegar a la puerta, Sabrina se detuvo en seco.
Carolina notó algo extraño en ella.
-Sabrina, ¿qué pasa?
Siguió la dirección de la mirada de Sabrina y, al reconocer la silueta familiar, el color se le fue del rostro.
Era Julio.
Hacía mucho que no lo veía. Desde que terminó con Julio, había dejado de seguir sus noticias por completo.