Capitulo 677
Alberto dejo caer la toalla que tenia en la mano y, dando largas zancadas, se acercó a la dema, Miró a Raquel desde lo más alto. -Raquel, ¿es cierto todo lo que ella dijo?
Raquel abrió los ojos sorprendida. ¡No! ¡Todo lo que dijo Laura es mentira!
-Mentirosa!– murmuró Alberto con un tono de voz baja; él le creía a Laura.
Alberto extendió la mano y sujetó su delicada barbilla, obligándola así a levantar la cabeza. -Raquel, ¿no tuviste relaciones sexuales en estos tres años?
¿Por qué?
¿Acaso no se había casado con Luis? ¿Por qué no había tenido una vida sexual?
Cuando escuchó a Laura decir esas palabras, primero se quedó asombrado. Luego, esa sorpresa se transformó en una dicha incontenible. Jamás se habría imaginado que Raquel, durante esos tres años, estuviera igual que él.
Raquel respondió aturdida, -jefe Alberto, ya lo dije, Laura solo está inventando cosas, no le creas.
Alberto dijo entusiasmado, -Raquel, deja de fingir. ¿Cómo podría tu mejor amiga mentir con estas cosas? ¿Por qué Luis no te tocó en estos tres años?
Raquel dijo, -Yo…
Alberto la interrumpió de inmediato. -Raquel, ¿has estado pensando en mí todos estos tres años? ¿No es así?
Raquel guardó silencio.
Estaba perdida.
Sabía muy bien que Alberto lo había escuchado todo, y lo peor de todo era que lo había creído. Hace un momento Laura había dicho que él era rico y apuesto, y ahora él se había vuelto muy confiado, aunque, claro, todo eso era cierto.
Raquel apartó la mano de Alberto. -Jefe Alberto, te lo repito, Laura estaba bromeando. Es solo una broma entre amigas.
Alberto la miraba desde arriba. -Raquel, ¿me deseas?
¡¿Qué?!
Alberto tomó la pequeña mano de Raquel, la colocó sobre su pecho con determinación, y luego la deslizó dentro de la pijama, dejándola reposar sobre sus abdominales marcados como una gran muralla. -¿Es esta la sensación que deseas?
Durante estos tres años, Raquel ciertamente había estado soltera. Ahora, con la repentina seducción de Alberto, sintió en la palma de su mano cada uno de sus músculos, lleno de fuerza masculina y una belleza definida por sus líneas. Sintió que se le nublaba la mente y su pequeño rostro se iba enrojeciendo
de vergüenza.
Raquel intento retirar su mano. Jefe Alberto! ¿Qué estás haciendo? ¿Acaso estas tratando de seducirme?!
Pero Alberto presionó con firmeza su mano, impidiéndole así retirarla. Sonrió y la gulo más abajo Raquel, en realidad no lo deseas?
Raquel guardó silencio.
Sus pupilas claras se contrajeron al instante y, como si hubiera recibido una descarga eléctrica, apartó con brusquedad su mano. -¡Alberto, eres un pervertido!
Alberto apoyo una rodilla en la cama, encerrándola bajo su cuerpo. -¡Raquel, lo sientes, cierto? ¡Te he echado de menos! Cuando me estaba duchando hace un momento, ya me alivié una vez, ¡pero ahora
vuelvo a desearte!
Las largas y rizadas pestañas de Raquel temblaron. Lo miró incrédula. ¿Hace un momento, en la ducha…? Con razón la había llamado por su nombre y le había hablado… Resultaba que estaba haciendo ese tipo de cosas en secreto.
Raquel se dio la vuelta de inmediato y trató de arrastrarse hacia el otro lado.
Pero Alberto la sujetó por el tobillo delgado y la arrastró de nuevo hacia él, quedando ella atrapada debajo de su cuerpo. -¡Raquel, no te estás portando para nada bien!
Inclinó la cabeza y besó a Raquel.
Ella luchó con fuerza, pero no podía liberarse de su dominio. Sus dientes fueron forzados a abrirse, y su lengua entró con arrogancia, invadiendo por completo y conquistando su boca.
Después de tres años de reprimir sus más íntimos deseos, Raquel colapsó por completo. -Alberto… ¡
No…!
Alberto sintió cómo su cuerpo suave se derretía bajo él. De hecho, la última vez que la besó, ella también se había vuelto tan blanda como el agua. Su cuerpo lo deseaba con desespero.