Capítulo 672
Alberto dijo con coquetería: ¡Yo también soy hombre! ¡Si te vistes así de hermosa, por supuesto que me
va a importar!
Cuando entró hace un momento, la vio con ese vestido largo, de pie frente a esos hombres, y en ese instante deseo que todos ellos desaparecieran.
Raquel volvió a mostrarle una mirada desafiante a Alberto, como queriéndole decir que primero debía
rescatar a Bethra y a Nysa.
De pronto, Francisco se acercó. -Jefe, señorita Raquel.
Raquel preguntó nerviosa: -¿Qué tal? ¿Han atrapado a la ladrona?
Francisco lo negó. -Jefe, señorita Raquel, ya hemos registrado por completo este viñedo privado, por dentro y por fuera, pero no hemos encontrado a ninguna persona sospechosa.
Raquel dijo: -¡Se nos escapó otra vez!
Aunque estaba decepcionada, Raquel ya lo había imaginado. Después de todo, si Ana había logrado
llegar hasta este viñedo privado, significaba que venía preparada y tenía una ruta de escape.
Ana se les había escapado otra vez.
Alberto dijo: -Raquelita, regresemos.
Raquel aceptó con agrado. -Está bien.
Alberto y Raquel regresaron a la oficina. Ya había oscurecido. Alberto preguntó: -¿Estás diciendo que
esa ladrona es Ana?
Raquel dijo. Estoy segura, es Ana, pero no tengo pruebas.
Alberto frunció las cejas sin decir ni una sola palabra más.
Raquel se levantó. -Jefe Alberto, ¿no me crees? No tengo pruebas, es normal que no me creas. ¡Ana es tu prometida! Si fuera yo, también creería en mi prometido.
Después de terminar de hablar, Raquel se dio la vuelta para irse.
Pero Alberto con rapidez extendió la mano y la sujetó de la muñeca blanca y delicada, impidiéndole
marcharse.
-¿Raquelita, estás enojada?
Raquel lo negó -No estoy enojada. ¿Por qué debería estarlo? Tú crees en tu prometida, y yo no tengo ningún motivo para enojarme.
Alberto sabía muy bien que sí estaba enojada. Sonrió y respondió. –Raquel, yo no he dicho nada, todo lo has dicho tú. ¡Yo te creo! ¡Creo que fue Ana quien lo hizo!
Capitulo 672
¿El le creía?
Raquel preguntó: -¿De verdad me crees?
Alberto afirmó. -Sí, te creo. Después de lo que pasó el día de hoy, huyó en pánico. Seguro ya no se atrevería a atacar a Bethra ni a mi madre. Ya es muy tarde, descansemos esta noche y mañana pensaremos en una estrategia.
Esa noche, Alberto y Raquel ya habían pasado todo el día inquietos y corriendo de un lado al otro. Ahora que había llegado la noche, era momento de descansar.
Raquel sabía muy bien que, después del fracaso de esa noche, Ana segurò no se atrevería a hacer ningún tipo de movimiento precipitado.
Después de todo, ella y Alberto ya sospechaban que era Ana.
Raquel dijo. -Está bien, entonces iré a descansar.
Raquel se dio la vuelta, una vez más con la intención de marcharse.
Pero Alberto la detuvo. -¿Raquel, adónde vas?
-¿No dijiste que descansáramos primero? Pues eso voy a hacer, esta noche me quedaré en casa de
Camila.
-Raquel, no puedes irte. Esta noche quédate, duerme en este lugar.
¿Dormir aquí?
Alberto tenía su propio cuarto de descanso, pero Raquel no quería dormir en su sala privada.
-Jefe Alberto, mejor me voy.
-Raquel, ¿y si a medianoche llega alguna noticia sobre Bethra o mi madre?
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