apitulo 670
Al escuchar el grito de Bethra, el corazón de Raquel se estremeció por completo. -¿Qué están haciendo ustedes?-exclamó.
Bethra gritaba desesperada: -¡Ustedes no me agarren, váyanse! ¡No, por favor no me toquen! ¡Abuela, sálvame!
Pronto se escuchó también la voz angustiada de Nysa: -¿Qué quieren ustedes? ¿A dónde pretenden llevar a Bethra? ¡Ella es solo una niña! ¿Acaso no tienen ningún tipo de humanidad?
-Mamá, tengo mucho miedo… Mamá, ¡por favor sálvame!– lloraba Bethra, aterrorizada.
Raquel, con el corazón en un hilo, gritó desesperada: -¡Alto! ¿Qué están haciendo ustedes? ¡No se atrevan a maltratar a mi hija!
Ana soltó una carcajada. -Raquel, ya te lo dije: debes obedecer en todo. Si no lo haces, tu hija sufrirá. Ahora he ordenado que se la lleven. ¿Le tiene miedo los ratones? Pues la encerraré en un cuarto oscuro lleno de ratones. ¿Crees que tendrá miedo?
Raquel, agitada, suplicó una y otra vez: -¡No! ¡No toques a mi hija!
-Puedo no hacerlo… pero solo si obedeces y sirves a estos hombres que tienes frente a ti.
Raquel alzó la vista. Los hombres la rodeaban, mirándola con avidez.
-Raquel, ¡quítate la ropa delante de ellos! Con un cuerpo tan maravilloso, sería una pena que ningún
hombre lo admirara.
Los dedos delgados y pálidos de Raquel se contrajeron de gran manera, apretando con fuerza el celular.
-Raquel, ¿qué esperas? Mi paciencia tiene límites. La vida de tu hija está en tus manos; solo tú puedes
salvarla. Ahora comenzaré la cuenta regresivá: tres, dos…
La cuenta atrás había comenzado. Raquel, apretando los puños y con los dientes fruncidos, gritó: -¡No toques a mi hija! Está bien… ¡me desnudaré!
Arriba, Ana sonrió satisfecha.
Después de escuchar que Raquel se quitaría la ropa, los hombres estallaron enseguida de excitación: -¡ Guau, belleza! Así me gusta. ¡Quítaté la ropa rápido y diviértete con nosotros! Al fin y al cabo, para eso
viniste, ¿no es así?
-No te preocupes, luego te consentiremos… jugaremos muy bien contigo,
-Ya no puedo esperar. ¡Qué ganas de arrancarle la ropa! ¡Ja, ja, ja!
En sus oídos solo resonaban esas palabras sucias y obscenas. Raquel miró con frialdad a esos hombres, luego levantó lentamente la mano y deslizó el delgado tirante de su hombro.
Llevaba puesto solo un vestido negro de tirantes. Si se lo quitaba, ya no quedaría nada debajo de el.
Aquellos hombres silbaban y aclamaban pronunciaban una y otra vez. (Quau, quitatelo! ¡Quitatéiosi Quítatelo!
había hecho que Alberto?
Desde el piso superior, Ana estaba complacida. ¿No era acaso que le encantaba seducir hombres? ¿No
y Luis cayeran rendidos bajo su vestido rojo? Pues esta noche dejaría que Raquel se divirtiera de verdad con aquellos asquerosos hombres.
Ana sacó su celular y ya había comenzado a grabar.
Pensaba grabar varios videos, luego subirlos a internet. ¿Qué -acaso mano sagrada de la medicina nacional-? ¿Qué Jolanda estuviera en boca de todos? En cuanto esos videos sensuales circularan por la red, la imagen gloriosa de Raquel se comenzaría a derrumbar por completo. Su vida estaría destruida
Raquel, ¡empieza ya!
Raquel estaba de pie ante todos. Uno de los tirantes ya había caído de su hombro. Ahora empezaba a quitarse el otro.
Sin pensarlo, la puerta principal de la bodega privada fue pateada y se abrió de golpe.
Raquel se dio la vuelta. Un viento frío del interior irrumpió en la sala, acompañado por una figura alta y determinante: Alberto.
Alberto vestía completamente de negro, como un emperador en la noche. Entró liderando a numerosos guardaespaldas, rodeando todo el lugar.
La mirada sombría y decidida de Alberto recorrió a esos hombres. -¡Arresten a todos!
-Sí, señor.
Los guardaespaldas vestidos de negro se adelantaron y comenzaron a capturar enseguida a los presentes.
Alberto se quitó apresurado su abrigo negro y lo colocó sobre los hombros de Raquel.
Capitulo 671
Capítulo 671