Capítulo 656
La sirvienta quería hablar: -señora Nysa, ella…
Nysa respondió: -Mis piernas ya no pueden sostenerme, así que tengo
pueden sostenerme, así que tengo que usar una silla de ruedas.
Bethra preguntó, medio entendiendo la situación: -Abuela, ¿entonces estás enferma? No te preocupes, todo se pondrá bien, te voy a dar una paleta.
Bethra sacó enseguida una paleta de colores y se la ofreció a Nysa.
Nysa se quedó asombrada. Nunca antes había recibido una paleta de nadie.
Cuando era joven, era una señorità rica, educada en una escuela prestigiosa. Sus padres le enseñaron a obedecer los matrimonios arreglados por la familia, a apoyar en todo a su esposo y educar a los hijos. Nadie le había regalado una paleta.
Nunca había probado algo como una paleta, esa baratija estaba compuesta de todo tipo de colorantes.
Nysa se quedó paralizada.
Bethra colocó la paleta en la mano de Nysa. -Abuela, mira te la regalo para que la comas, ¡pero es muy
dulce!
Al ver la sonrisa que se dibujaba en el pequeño rostro de Bethra, Nysa también ‘sonrió.
En ese preciso momento se acercó Raquel. -Bethra.
Nysa levantó la cabeza y vio a Raquel. Se quedó paralizada. -¿Raquel? ¿Es tu hija?
Raquel no esperaba que en el corto tiempo que estuvo ocupada en una llamada, Bethra ya hubiera corrido hacia donde estaba Nysa. Hacía tres largos años que Raquel no veía a Nysa.
La última vez que se vieron fue durante aquella conversación entre ellas. Raquel nunca había sentido
aversión hacia Nysa.
No había necesidad alguna de que las mujeres se pusieran obstáculos entre sí. Viendo las cosas desde el punto de vista de Nysa, en realidad ella no había actuado mal.
Raquel tomó la pequeña mano de Bethra y la presentó con total naturalidad y franqueza -Señora Nysa, buenos días, ella es mi hija, Bethra.
Nysa miró a Raquel. Aún conservaba vagamente la imagen que tenía de ella en su memoria: elegante e inteligente. Ahora regresaba con su adorable hija, aún más radiante.
Nysa dijo: -Raquel, he escuchado que tú eres la famosa Jolanda.
Raquel sonrió con calma. -Sí, así es.
Nysa soltó una risa repentina. -Raquel, te admiro. Eres una mujer muy destacada.
Raquel alzó una ceja. -Señora Nysa, creo que entre nosotras no hace falta hablar con tantos rodeos. Confío en que no tienes tiempo libre para halagarme sin razón alguna. Puedes hablar con sinceridad,
A Nysa le gustaba Raquel por una razón. Las personas Inteligentes suelen tener una admiración mutu Raquel, ahora ya eres una mujer destacada, y también has tenido una hija tan adorable. Entonces, or qué sigues aferrándote al pasado? ¿Por qué quleres insistir en un hombre que nunca te perteneció?
Raquel preguntó: ¿Se refiere a Alberto, señora Nysa?
-Exactamente. Raquel, deberías haber escuchado hablar del matrimonio entre la familia Barroso y la familia Diaz. El matrimonio de Alberto con Anita ya está decidido, así que no quiero que confundas la mente de mi hijo. Espero que se casen pronto.
Raquel miró a Nysa con tranquilidad. -Señora Nysa, fui yo quien se alejó de Alberto hace tres años. Y después de esos tres años, jamás volvería a buscarlo. No sé qué te han dicho los demás al respecto, pero entre Alberto y yo no ha pasado nada. Yo no lo he buscado. Si él se casa con Ana, les deseo lo
mejor.
Nysa miró los ojos claros y sinceros de Raquel y agachó la cabeza. -Mejor así.
-Señora Nysa, mañana me iré de Valle del Río.
¿Raquel se iba?
Nysa miró a Raquel. ¿En realidad se iría?
Entonces Raquel se acercó cariñosa. Sacó un pequeño frasco y se lo entregó a Nysa. -Señora Nysa, la verdad también quería buscarla. Esto es para usted.
Nysa tomó el frasco y lo abrió. Adentro había pequeñas píldoras de colores.
Nysa, sin entender la situación del todo, preguntó: -¿Qué es esto? (1)
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