Capítulo 654
Raquel lo afirmo. -Si, lo del Valle del Río ya está resuelto, nos vamos mañana.
Alberto miró con nostalgia a Raquel. Ella acababa de llegar, y ya se iba. ¿Pero con qué excusa podía pedirle que se quedara?
Ahora ella tenia una hija, tenía a Luis. ¿Cómo podía él interferir en su maravillosa felicidad? Ana estaba muy contenta. -Alberto, ¿va a venir doña Nysa, verdad? Vamos al salón privado,
Raquel extendió los brazos para cargar a Bethra. -Bethra, vámonos.
Bethra despidió con la manita a Alberto. -Señor guapo, adiós.
Alberto respondió. -Adiós.
Raquel se fue con Bethra en brazos.
Alberto se quedó en el lugar mirando la silueta de ellas desaparecer. En ese preciso momento, Nysa
llegó en su silla de ruedas. -Alberto, Anita, ¿qué hacen aquí parados?
Ana se adelantó feliz y tomó la silla de ruedas de Nysa de manos de la sirvienta, con diligencía. Doña
Nysa, estábamos esperándola aquí con Alberto.
-Alberto, entremos al salón privado.
Alberto, Ana y Nysa se sentaron en el salón privado. Nysa dijo, -Anita, ¿cuándo regresa tu padre?
Ana respondió. -Está de viaje por trabajo, regresará en un par de días. Dijo que espera que Alberto y yo
nos casemos pronto.
Nysa comentó entusiasmada. -Ya elegí algunas fechas. Alberto, mira cuál prefieres para casarte con
Anita.
La sirvienta colocó una tarjeta junto a la mano de Alberto. En ella había varias fechas para que él eligiera.
Alberto le echó un vistazo, luego dijo con firmeza, -no me casaré con Ana. Eso lo he dicho muchas
veces.
Apenas terminó de hablar, tanto Nysa como Ana se quedaron atónitas.
Ana se sintió herida. Dijo con tristeza, -doña Nysa, yo he estado profundamente enamorada de Alberto, lo he esperado durante tres largos/años. Hasta una piedra se calienta con el tiempo, ¿no es así? Pero
Alberto siempre me trata con esa frialdad, yo también tengo sentimientos, también me duele.
Ana era muy lista. En estos tres años se había aferrado a Nysa, porque sabía que Alberto era muy filial
con su madre.
Nysa la consoló con dulzurá. -Anita, no te pongas triste. El matrimonio siempre ha sido una decisión que deben tomar los padres. ¡Alberto, hoy debes elegir una fecha para casarte con Anita!
Nysa le ordenó a Alberto con firmeza.
Alberto, con expresión impasible, dijo despreocupado: -No me voy a casar. Si alguno de ustedes quiere casarse, que lo haga por su cuenta.
-Tú… Nysa estaba fuera de sí por la ira. -Alberto, como es posible todos estos años has sido un hijo obediente. ¿Por qué en este asunto insistes en desobedecerme una y otra vez? ¡La unión de nuestras dos familias es absolutamente necesaria!
-Mamá, puedo aceptar cualquier cosa que me pidas, ¡pero no esto!
-Alberto, te lo pregunto una vez más: ¿te niegas a casarte?
Alberto afirmó sin vacilar. -No me voy a casar.
La furia de Nysa estalló. Tomó la taza que tenía al lado y la arrojó contra Alberto.
Alberto no se movió. La taza le golpeó la frente, y al instante comenzó a brotar sangre.
-¡Ah!– Ana se levantó asustada. ¡Alberto, estás sangrando! ¡Estás herido!
Ana gritó desesperada: -¡Alguien, rápido, traigan el botiquín!
Ana se acercó a Alberto, queriendo curarle la herida.
Pero no pudo tocarlo, porque él extendió con frialdad la mano para apartarla.
Ana se quedó al instante paralizada en su lugar. -¿Alberto, ni siquiera puedo tocarte?
Nysa, al ver esta escena, exclamó con rabia: -¡Alberto, mira cuánto te ama Anita! ¡Está enamorada de ti, en su corazón y en sus ojos! ¿Por qué simplemente no quieres casarte con ella?
Alberto respondió: -Que ella me ame es asunto suyo. Si tuviera que casarme con cada persona que me ama, entonces ¿cuántas nueras tendrías tú?
Nysa guardó por unos minutos silencio.
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