Alberto miró con desprecio a Ana. -¿Es cierto lo que dices?
Mientras hablaba, se burló de si mismo: -Cuánto desearía que fuera verdad lo que dices.
Ana se sobresaltó demasiado. -¡Tú!
-Ana, Raquel no necesita arrebatarme, porque ya le pertenezco hace rato. No me casaré contigo, por lo tanto no pierdas el tiempo conmigo.
Al terminar, Alberto se marchó sin mirar atrás.
Esas palabras hirieron profundamente a Ana. ¿Por qué? ¿En qué era ella inferior a Raquel?
Alberto se fue de la fiesta cumbre y miró a Francisco. -¿Dónde está Raquel?
Francisco le respondió respetuoso: -Jefe, la señorita Raquel regresó a su habitación.
Alberto dijo: -Entonces iré a buscarla ahora.
En ese preciso momento, Luis llegó también con Bethra buscando a Raquel. Luis pellizcó la adorable carita de Bethra. -Bethra, ¿extrañas a tu mamá, no es así?
Bethra respondió. —Sí.
-Entonces dentro de poco podrás verla.
Justo después de decir eso, Luis vio a Alberto más adelante.
Bethra también vio a lo lejos Alberto y dijo feliz: -¡Papá Luis, él es ese señor guapo!
Alberto, alto y de piernas largas, caminaba por el corredor, irradiando un aura cautivadora que resultaba
imposible ignorar.
Luis pensó que era el destino. En Solara lo encontró, y ahora lo volvían a encontrar.
-Papá Luis, ¿puedes bajarme por favor? Quiero saludarlo.
-Está bien, ve..
Luis bajó a Bethra.
Bethra corrió ansiosa hacia Alberto y gritó con voz infantil: -¡Señor guapo!
Alberto escuchó esa voz dulce y encantadora. Esa voz le resultaba familiar. Se detuvo en seco, giró la
cabeza y vio a Bethra corriendo hacia él.
¡La niña!
Alberto se sorprendió muchísimo al verla. Abrió los brazos y abrazó feliz a la pequeña que corría hacia él.
-¡Niña, eres tú! ¡También viniste a Valle del Río!
Bethra respondió fellz: -Sí, señor guapo, vine a Valle del Río a buscar a mi mamá.
¿Su mama?
Su mamá debía de ser muy hermosa, para haber tenido una hija tan bonita como ella.
Alberto adoraba a Bethra. Era la primera vez que le gustaba una niña, y sentía una conexión especial con ella. Desde Solara hasta Valle del Río, siempre terminaban encontrándose.
Alberto acarició con dulzura la cabeza de Bethra. -Niña, la última vez rompi tu bola de cristal al pisarla. Justo ahora puedo darte una nueva, ¿te parece blen?
Alberto aún recordaba la bola de cristal que había roto y quería compensársela.
Bethra respondió. -Está bien. Mi mamá vive aquí. Si vienes conmigo a verla, sabrás dónde comprar la
bola de cristal.
La verdad, Bethra quería que él conociera a su mamá. Ella deseaba que él se convirtiera en su papá. Alberto se quedó por unos segundos en silencio, ya que iba a buscar a Raquel, pero también podía ir primero a ver a la mamá de la niña. Luego buscaría a Raquel.
Alberto aceptó. -Está bien, niña vamos a buscarla. ¿Sabes en qué número de habitación vive tu mamá?
Bethra respondió ansiosa: -Sí, mi mamá vive en la habitación 808.
¿Habitación 808?
Alberto miró el número de la puerta y luego dijo decidido: -La habitación 808 está por aquí. Vamos te
llevaré.
Alberto entusiasmado levantó a Bethra en brazos, sosteniendo su pequeño cuerpo con fuerza en su
abrazo.
Bethra dijo: -Hola guapo, ¿usted está casado?
Alberto sonrió. -Todavía no.
¿En serio?
Los ojos de Bethra brillaron de emoción. Eso era maravilloso.
Pero Alberto añadió: -Aunque sí hay una mujer que me gusta.
¿Ah? ¿Ya había alguien que le gustaba?
-¿Dime cómo es la mujer que te gusta?– preguntó Bethra con curiosidad.