Este era el maravilloso hombre al que había amado toda su vida, y ella lo había matado con sus propias manos.
Alejandro cayó con violencia al suelo, y Raquel presionó con fuerza su herida. -Aguanta un poco, te aplicaré la aguja de inmediato.
Raquel jamás habría imaginado que Alejandro se interpondría preciso para recibir la puñalada por ella. Era algo completamente impensable.
Alejandro lo negó. Sabía que ya era demasiado tarde, que su vida estaba llegando a su fin.
La culpa y el pésar se reflejaban en su nostálgica mirada hacia Raquel. Tenía tantas cosas que deseaba decir, pero al abrir la boca, solo pudo emitir un sonido ronco e ininteligible. -Lo siento…
Al terminar de hablar, la mano de Alejandro cayó, y cerró los ojos.
Raquel lo miraba, desesperada. -¡Aguanta un poco más! Voy a salvarte, por favor… jaguanta un poco!
María apresurado se agachó y colocó la mano bajo las fosas nasales de Alejandro. Ya no había respiración allí.
Inevitablemente Alejandro había muerto.
Alejandro estaba muerto.
Y había muerto por su mano.
En ese preciso momento, Raquel alzó la cabeza y miró a María. -¿Por qué hiciste este tipo de cosas? ¿Querías matarme? ¡Soy tu hija biológica!
Raquel estaba asombrada. Aunque María nunca la había apreciado y siempre había preferido a Ana, ella lo había aceptado. Pero que la atacara con un cuchillo… ¡eso era inaceptable! ¡Era su hija de sangre!
¿Una madre podía ser tan cruel hasta ese punto?
Si Alejandro no se hubiera atravesado, ¡ella sería quien estaría muerta!
Ana, al ver que Alejandro había muerto, no sintió tristeza alguna. Ahora solo deseaba que Víctor fuera su padre. Aún odiaba a Alejandro. ¿Por qué tuvo que interponerse por Raquel? Faltaba tan poco… ¡Qué lástima!
Ana gritó de manera apresurada: -¡Mamá, mataste a la persona equivocada! ¡Rápido, ataca a Raquel, no pierdas esta valiosa oportunidad!
María se incorporó de inmediato, tomando el cuchillo. Miró a Raquel con odio. -Raquel,
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nunca me has gustado. Quiero que desaparezcas de este mundo para siempre. ¡Prepárate en este momento para morir!
María levantó el cuchillo ensangrentado y lo lanzo con fuerza hacia Raquel.
Pero no logró herirla. Raquel alzó con fuerza la mano y, aprovechando que María no lo esperaba, le clavó una aguja de plata en el punto de acupuntura de su muñeca.
María solo sintió un entumecimiento en la mano y el cuchillo cayó enseguida al suelo
alfombrado.
Raquel miró con frialdad a María. -María, estás completamente loca. ¡Eres una asesina! En esta vida, vas a pudrirte en la cárcel.
Ana gritó enloquecida: ¡Mamá! ¿Qué estás haciendo? ¡Rápido, recoge pronto el cuchillo y mata a Raquel! Solo falta un paso! ¡Si ella muere, todo se resolverá!
María no se resignaba. Se agachó enfurecida una vez más para recoger el cuchillo del suelo; aún quería apuñalar a Raquel.
Pero en ese preciso momento, “¡Pum!“, la puerta de la habitación fue abierta de una patada, y una figura alta apareció en su campo de visión.
Alberto en ese momento había llegado.
En los ojos de Ana se podía apreciar un destello de pánico. ¡Era demasiado tarde! ¡Alberto había llegado! ¡Demasiado tarde!
La mirada angustiada de Alberto se dirigió hacia María. —María, ¿qué estás intentando hacer?
Alberto avanzó y le dio una fuerte patada a María
María salió despedida por el impacto, su cuerpo chocó con la pared y escupió una bocanada de
sangre.
Alberto miró a Raquel preocupado. -Raquelita, llegué tarde. ¿Estás herida? ¿Te hicieron daño? Raquel lo negó. -Estoy bien, pero Alejandro se interpuso por mí y recibió la puñalada. ¡Ya no respira!
Alberto comprobó las fosas nasales de Alejandro. En realidad no había más respiración.
En ese preciso instante, Raquel sintió un dolor agudo en el abdomen. Llevó la mano a su vientre. -Me duele mucho el estómago.
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