Capítulo 619
Raquel estaba sorprendida, pues durante todos estos años sabía mejor que nadie cuánto había amado Alejandro a Ana. Sin embargo, ahora su actitud había cambiado de forma tan drástica, y la llamaba mentirosa.
¿Qué era lo que había mentido Ana?
Raquel miró asombrada a Alejandro. -¿Ana es una mentirosa? ¿Ha dicho mentiras? ¿Sobre qué ha engañado con exactitud?
Alejandro tembló de nuevo y luego escribió en la palma de la mano de Raquel: Ella no es….
¿Ella no es que
¿Ana no es qué?
Alejandro estaba a punto de escribir que Ana no era la hija del jefe Víctor, pero en ese preciso momento la puerta de la habitación del hospital se abrió de golpe y alguien entró.
Raquel alzó la vista: Ana y María acababan de llegar.
Ana se adelantó y empujó a Raquel. -Raquel, ¿qué haces? ¿Por qué estás tan cerca de mi papá? ¿Acaso quieres hacerle daño?
Raquel se incorporó perpleja, frunciendo sus cejas finamente delineadas mientras miraba a Ana. -Ana, ¿por qué estás tan alterada?
Ana fulminó con la mirada a Raquel, luego dirigio la vista hacia Alejandro en la silla de ruedas. Tomó su mano con fuerza. -Papá, escuché que te habías caído y que habías terminado en el hospital. Estaba preocupada por ti, por eso vine lo antes posible.
Alejandro la miró con frialdad y repulsión, queriendo apartarse de ella.
Pero Ana no lo soltaba. -Papá, ¿te preocupa mi estado? Tranquilo estoy bien. El veneno ya fue eliminado de mi cuerpo. Ahora me siento perfectamente.
María también se acercó. -Alejandro, Anita realmente está muy preocupada por ti y te tiene un cariño inmenso. Tranquilo, te recuperarás poco a poco.
Ana miró de reojo a Raquel. -¿Y tú qué esperas, Raquel? ¡Vete ya! Mi papá no quiere que estés aquí. ¡La persona que él necesita soy yo!
Alejandro tembloroso abrió la boca, ansioso por hablar, pero no logró emitir sonido alguno.
María se posicionó justo frente a Raquel, bloqueando su vista para que no pudiera ver el rostr de Alejandro.
Raquel sonrió. Está bien, me iré ahora mismo.
Capitulo 619
Raquel comenzó a guardar sus agujas de plata.
De repente, Ana lanzo una mirada cómplice a María que decía claramente: Mamá, ya puedes actuar. Raquel nos dio la espalda; este es el momento perfecto.
María míró con odio la espalda de Raquel. Quería que desapareciera. Si lo lograban, nadie más se interpondría entre ella y los planes de Anita.
Un destello sombrío brilló en la mano de María; ya empuñaba un cuchillo afilado.
La habitación del hospital estaba desierta; era el momento ideal para atacar.
María sostenía el cuchillo afilado mientras se acercaba a Raquel paso a paso.
Raquel seguía concentrada guardando sus agujas de plata, sin sospechar siquiera del peligro que se cernía sobre ella. María se acercaba sigilosa, con el rostro sombrío.
Alejandro, desde su silla de ruedas, presenciaba toda la escena con claridad; de pronto sus pupilas se dilataron de terror.
María ya estaba justo detrás de Raquel y, sin vacilar, apuñaló con fuerza hacia su espalda.
¡Puchhh!
El sonido del cuchillo penetrando la carne resonó en la habitación, seguido por el chorro desbordante de sangre.
Raquel se giró al oír el sonido, y vio que Alejandro se había levantado de la silla de ruedas, colocándose frente a ella.
El cuchillo de María había atravesado el cuerpo de Alejandro, y la sangre brotaba con violencia
Las pupilas de Raquel se contrajeron, y asustada sostuvo a Alejandro, gritándole furiosa a María: -¿¡Estás loca, María o qué!?
María también quedó paralizada. No esperaba que, en el momento crucial, Alejandro reuniera una fuerza sobrehumana y se levantara de la silla para proteger a esa malvada Raquel.
Su mano ardía, empapada por completo con la sangre caliente de Alejandro.