Capítulo 612
¡Bien, Raquel! Mandaré preparar el auto. ¡Vamos ahora mismo al hospital!
Raquel no quería salvar a Alejandro, pero debía hacerlo, porque había algo sospechoso en todo aquello.
Siempre había sentido que entre Alejandro y Maria existía algún secreto vergonzoso, algo que alguien quería ocultar para siempre.
Por lo tanto si lograba despertar a Alejandro podria descubrir cuál era ese secreto.
Todos en la casa de los Pérez ocultaban algo en lo más profundo de su corazón; ella debía descubrir con sus propios ojos la verdadera cara de cada uno.
Raquel y doña Sara llegaron al hospital. María estaba en la habitación, acompañando a Alejandro sin despegarse ni un minuto de su lado tenía que fingir la imagen de una esposa abnegada, sin apartarse de él.
Al ver que Raquel y doña Sara llegaban, María se quedó pasmada. -Raquel, ¿qué haces aquí?
Doña Sara respondió: -Fui yo quien le pidió a Raquel que viniera.
María preguntó, contrariada:-Mamá, ¿para qué la hiciste venir?
Doña Sara dirigió la mirada suplicante a Alejandro, que yacía en la cama: –Le pedí que tratara a Alejandro.
-¡¿Qué?!
María se sobresaltó y exclamó enfurecido: -¡Esto no puede ser!
-¿Y por qué no puede ser? -replicó Raquel, enfrentándola.
María quedó petrificada. -Yo…
Raquel dio un paso hacia al frente y miró a María con una sonrisa desafiante. -He oído que tu marido quedó en estado vegetativo tras la caída. Como esposa, ¿de verdad deseas que pase el resto de su vida postrado en una cama? Yo soy La Invencible, la famosa maestra de medicina tradicional. Doña Sara me ha pedido que lo cure, y tú te opones? Eso sí que es bastante
extraño.
Raquel la miró con desconfianza.
María permaneció inmóvil.
Ahora la mirada de doña Sara hacia María también había cambiado. —Sí, María, ¿qué estás haciendo? ¿No quieres que Alejandro despierte, o es que me estás ocultando algo?
Capitulo 612
Por dentro, María estaba furiosa; ¡cómo podía ser que Raquel hubiese vuelto otra vez! ¡ Siempre arruinaba po completo sus planes!
María respondió con semblante triste:-Mamá, cómo puedes decir eso de mí? Yo amo con el alma a Alejandro. ¿También tú vas a dudar de mis sentimientos?
En ese aspecto, doña Sara nunca lo había puesto en duda, porque todo el mundo sabía a la perfección que María era una mujer ciega por amor.
María continuó: -Mamá, detuve a Raquel porque no confío en ella. Piénsalo bien: ahora Raquel nos odia profundamente. Quiere vernos inertos a todos. ¿Cómo podría esta mujer querer curarlo?
-¿Y si aprovechara el momento del tratamiento para asesinar a Alejandro? ¿Qué haríamos entonces? Yo preferiría cuidarlo toda la vida antes que dejarlo correr ese desdichado riesgo.
Las palabras de María fueron conmovedoras y razonables; en ese momento, hasta doña Sara comenzó a dudar.
Raquel miró de reojo a María y la encontró aún más sospechosa. -Doña Sara, si decidè que yo sea quien lo trate, debe confiar en mí. Si no puede confiar en mí, entonces me marcho ahora mismo.
Raquel se dio la vuelta para marcharse.
María sonrió satisfecha.
Pero justo en ese instante, doña Sara habló con firmeza: -¡Raquel, quédate!
María quedó petrificada.
Raquel se detuvo y miró a doña Sara.
Doña Sara, ya decidida, dijo: -Alejandro ha quedado en estado vegetal. Ahora, aparte de ti, nadie puede salvarlo. Confío en ti. Atiéndelo ¡Quiero que despierte!