Capítulo 604
Melis curvó sus labios fojos en una sonrisa de victoria.
Héctor y Melis se colocaron de nuevo frente al sacerdote, quien le preguntó otra vez a Héctor: -Señor Héctor, ¿usted acepta a la señorita Melis como su esposa, para estar con ella en la
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riqueza o en la pobreza, en la salud o en la enfermedad, y no separarse jamás?
Héctor miró con firmeza al sacerdote y le dijo: Sí, acepto.
Él dijo: sí, acepto.
Esa frase retumbó en los oídos de Camila como una explosión; de repente su mente quedó en
blanco.
Alarico dijo: -Camila, ¿lo viste? Héctor se casó con Melis. A él nunca le gustaste, todo fue solo una ilusión tuya, todo el tiempo has sido tú quien lo ha estado persiguiendo como loca.
Las lágrimas de Camila cayeron desbordadas, mientras el sacerdote en el interior anunciaba còn alegría: —La ceremonia ha concluido. Ahora declaro formalmente a la señorita Melis y al Señor Héctor como esposos. Procedan a intercambiar los anillos de boda.
Los pajes trajeron un par de anillos de diamantes. Melis colocó satisfecha el anillo en la mano de Héctor.
Héctor también tomó el anillo y lo colocó poco a poco en la mano de Melis.
Varron comenzó a aplaudir efusivo, y todos lo siguieron elogiando: —¡Que su vida esté llena de amor y alegría!
-¡Que sean felices juntos para siempre!
Melis sintió que ese era el momento más feliz de su vida, y extendió los brazos para abrazar a Héctor.
Desde de la puerta, Camila observó la impactante escena de Héctor y Melis abrazándose, y su corazón se rompió. Luego, giró lentamente y se alejó de allí.
Ella se fue.
Alarico la siguió de cerca: -Camila, ahora ya deberías rendirte. Héctor está casado, no vuelvas a tener ningún tipo de relación con él.
-Camila, reconozco que estuve con Elena, pero ahora he cambiado. Tú y Héctor están
separados. Empecemos una relación tú y yo. Yo te trataré bien.
Los ojos de Camila se ensombrecieron de repente, y se desmayó.
Alarico asustado la sostuvo entre sus brazos.–¡Camila! ¡Camila! ¿Qué te pasa?
Capitulo 604
Héctor y Mells finalizaron la ceremonia. Varron, feliz, les dijo: Héctor, ahora eres mi yerno. De ahora en adelante, debes vivir felizmente con Melisita.
Héctor contestó conteniendo el dolor. Lo sé, jefe Varron.
Melis sonrió con agrado: -Héctor, ¿por qué todavía lo llamas jefe Varron? Ya deberías cambiar la forma de dirigirte a él.
Héctor enseguida aprovechó el momento para corregirse: -Papá.
Varron respondió satisfecho. Muy bien.
Héctor dijo: -Papá, ¿ahora podemos ir a ver a esa importante figura?
El jefe Varron respondió. Claro, ya somos familia. Te llevaré.
Varron llevó a Héctor a una pequeña cabaña oculta. Varron levantó la mano y golpeó la puerta. -Padrino Fantasma, soy yo.
El Padrino Fantasma.
Al escuchar de nuevo ese nombre familiar, la sangre de Héctor se encendió.
La puerta de la cabaña d pronto se abrió con un chirrido. Salieron dos subordinados armados.- Ah, es el jefe Varron. Este debe de ser tu yerno. ¿No es así?
El jefe Varron contestó.–Sí, Héctor es mi yerno. Lo traje para que conociera a el Padrino Fantasma.
-El Padrino Fantasma está adentro, pero si quieren entrar, ya conocen las estrictas reglas: primero el registro corporal.
-No hay problema.
Los hombres vestidos de negro comenzaron con meticulosidad a registrar al jefe Varron. No encontraron nada sospechoso en su cuerpo.
Luego comenzaron a revisar a Héctor. Héctor levantó los brazos para facilitar de esta manera el registro. No hay problema, pueden pasar.
—
-Bien, gracias.
Los dos hombres vestidos de negro se quedaron afuera silenciosos vigilando, mientras el jefe Varron llevó a Héctor al interior de la cabaña.
Dentro de la cabaña había más hombres vestidos de negro, todos armados hasta los dientes.
El Padrino Fantasma estaba sentado. Tenía una cicatriz en el rostro, lo que le daba un aspecto cruel y amenazador.