Él extendió su mano y la abrazó con firmeza, rompió a llorar desconsoladamente, sollozando intentó hablar: -Camila, ya no tengo madre, ni padre.
Camila también lo abrazó con fuerza, era la primera vez que él mostraba su vulnerabilidad y suavidad a alguien, era la primera vez que lloraba delante de otra persona.
Ella asintió y dijo: -Lo sé, Héctor, pero todavía tienes a Fernanda y también me tienes a mí, estaré contigo siempre.
Dicho esto, Camila se puso de puntillas, sostuvo la guapa cara de Héctor y depositó un beso en su frente.
El beso en su frente estaba lleno de compasión y piedad.
Héctor abrazó nuevamente a Camila.
Él tuvo que volver, tenía que regresar, el personal del hospital se había encargado de los asuntos posteriores a la muerte de Juliana. Camila y Fernanda llevaron las cenizas de Juliana de vuelta.
Camila colocó las cenizas y la placa conmemorativa de Juliana en el altar, mientras Fernanda encendió un incienso y se inclinó profundamente.
– Fernanda, esta noche nos quedamos aquí, y mañana te vas conmigo, te vas a vivir a mi casa -explicó Fernanda.
Camila replicó: -Hermana Fernanda, quiero quedarme aquí.
-No puedes, no es seguro que vivas aquí sola, tienes que venir conmigo, no es negociable, debes hacer lo que te digo -dijo Camila firmemente.
Fernanda asintió: -Está bien.
Camila le acarició la cabeza y le comentó: -En mi casa hay muchas habitaciones, mi padre y Violeta son personas maravillosas, te gustarán mucho, así que no tengas miedo. Es muy tarde ya, mañana tienes que ir a la escuela, la graduación está cerca, ve a dormir a tu habitación, yo me quedaré aquí.
Fernanda negó con la cabeza: -Camila, yo también quiero quedarme a vigilar.
Camila no insistió, sacó una manta y la extendió en el suelo: Fernanda, entonces durmamos aquí juntas.
-De acuerdo.
Las dos se acurrucaron bajo la misma manta, que rápidamente se calentó. Fernanda sacó su
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material de estudio y repasó sus lecciones, tenía que ser fuerte y valiente, vivir como su madre esperaba.
Camila estaba consolada, subió un poco más la luz.
Una hora después, Fernanda se quedó dormida abrazando su libro, Camila retiró el libro y la cubrió con la manta.
Camila miraba la placa conmemorativa de Juliana y recordaba cuando ella había llegado aquí; en aquel entonces ella, Héctor, Juliana y Fernanda, los cuatro, se sentaban juntos a comer, llenos de vida y alegría.
Pero ahora, de los cuatro, faltaba solo una persona.
Camila se sentía muy triste, y entre brumas de tristeza, también cerró los ojos.
En ese momento, la puerta se abrió, y Camila se despertó sobresaltada: -¿Quién es?
Camila vio una figura esbelta y apuesta, Héctor había vuelto.
Héctor había regresado en la fría profundidad de la noche.
Camila, sorprendida, exclamó: -Héctor, ¿cómo has vuelto?
ÉL encendió una vela para Juliana y luego se agachó al lado de Camila. Al entrar había visto las pequeñas figuras de Camila y Fernanda; ahora estas dos eran las mujeres más importantes en su vida.
Al volver aquí, sintió que su corazón se tranquilizaba.
Héctor miró a Camila, cuyos ojos pálidos estaban hinchados de llorar, y debajo de ellos, unas ojeras evidenciaban las noches en vela.
Héctor le pellizcó suavemente la mejilla y habló: Estoy aquí, duerme ya.
Capitulo 599
Capítulo 599