Capítulo 16
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Cuando Alberto volvió a abrir los ojos, su mirada ya estaba completamente fría e indiferente.
Al día siguiente.
En el apartamento, Raquel estaba sentada en una silla leyendo un libro, mientras Laura explotaba en furia y maldiciones: -¿Cómo puede ser Alberto tan tonto, como si un burro, le hubiera pateado la cabeza, dejando a su propia esposa para ocuparse de esa Ana? ¡Y esa Ana, siempre metiendo a terceras personas, pero drogarse a sí misma es simplemente estúpido!
Laura estaba realmente enojada; la noche anterior había ido a recoger a Raquel, quien estaba sentada en el suelo abrazando sus rodillas, y cuando levantó la cabeza, su rostro estaba cubierto de lágrimas, parecía un gato callejero abandonado por su dueño, sin hogar al que
volver.
Raquel incluso se rió de esto, pues Laura había estado maldiciendo a Alberto y a Ana desde la noche anterior. Su combatividad era realmente impresionante.
En realidad, Raquel ya había aprendido a sanarse a sí misma en medio del colapso.
Raquel peló un dulce de leche y lo puso en su boca, la dulzura que se esparcía por su paladar le trajo una sonrisa a los ojos: -Laura, descansa un poco, ahora que estamos resentidas, lo mejor es castigarlos.
Laura sabía que Raquel iba a enseñarles una lección a estas personas. Raquelita era muy formidable.
Ella solo sentía pena, pena por cada vez que Raquel tenía que romperse y volver a recomponerse, eso debía doler mucho.
En ese momento, desde el trastero llegó un sonido de “mmmm“, Raquel dejó el libro, sonriendo dijo: -Vamos, empecemos por este Manuel.
El día anterior, Raquel había drogado a Manuel y luego había hecho que lo llevaran allí.
Raquel entró al trastero con Laura, Manuel estaba atado de manos y pies, con un paño en la boca, al ver a Raquel entrar, se emocionó y comenzó a forcejear.
Laura se acercó y le quitó el paño de la boca a Manuel.
Manuel, con una mirada sombría, maldijo: -Raquel, ¿te atreves a drogarme? ¿Sabes quién soy? Conozco a la Invencible, hasta tu madre me pide favores, venir de un pueblo y actuar de esta manera, tengo interés en ti y eso es una suerte para ti, lo inteligente sería que simplemente te acostaras debajo de mí y fueras mi juguete.
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Laura se arremangó dispuesta a abofetearlo, pero Raquel la detuvo.
Raquel se acercó a Manuel, mirándolo desde arriba: -¿Dices que conoces a la Invencible?
la
Manuel, orgulloso y jactancioso: -¿También conoces el nombre de la Invencible? Te digo, Invencible es un médico con habilidades extraordinarias, una persona vulgar como tú nunca tendría la oportunidad de verla, pero yo soy diferente, iyo conozco a la Invencible!
Raquel levantó una ceja y luego curvó sus labios rojos en una sonrisa burlona: -Dices que conoces a la Invencible, ¿cómo lo demuestras?
Manuel: -Tengo el número de celular de la Invencible en mi celular, puedo llamarle delante de ti ahora mismo.
Raquel asintió: -Vamos, llama ahora.
Laura desató las cuerdas de Manuel.
Manuel se levantó, sacó su celular del bolsillo del pantalón, de hecho tenía el número de
celular de la Invencible.
El día que la Invencible operó a Ana, él había entrado sigilosamente en la oficina del director y visto el número de celular de la Invencible. 1
Manuel, con una sonrisa triunfante, dijo: —Raquel, llamaré ahora, te mostraré mi poder.
Manuel marcó el número de la Invencible.
El melódico tono del celular sonó, y luego la llamada fue recogida calmadamente.
La llamada se conectó.
El rostro emocionado de Manuel se tornó rojo, y rápidamente adoptó una expresión aduladora: -Hola, la Invencible, buenos días, soy Manuel del Hospital San Juan de Dios, he admirado mucho, ¿tendré el honor de conocer a la Invencible personalmente?
Pronto, una voz melodiosa vino del otro lado del celular: -Mira atrás.
¿Mirar atrás?
¿Qué significa eso?
No está bien.
Esta voz parecía provenir de detrás de él.
Manuel, sujetando el celular, lentamente se giró.
Raquel estaba de pie detrás de él, sosteniendo un celular en su mano, parpadeó juguetonamente y dijo con una sonrisa irónica: -Manuel, felicidades, ahora realmente
Capítulo 16
conoces a la Invencible.
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Manuel se quedó paralizado en el acto, inhalando conmocionado, mirando incrédulo a Raquel que estaba frente a él.
Raquel, vestida con un largo vestido, el dobladillo fluía grácilmente hasta sus delgados
tobillos, su boca esbozaba una sonrisa interesada mientras lo observaba, como si mirara a un payaso saltando frente a ella.
Manuel se debilitó en las piernas, y luego con un “plop“, cayó de rodillas ante Raquel.
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