Trabajar es una maravilla, ¿no crees? Asi una puede ganar su propio dinero y no tiene que aguantar que las fiock varigan a decir que las mujeres solo sirven para que las mantengan comentó Sabrina, con una fontida que mezolaba orgulay nostalgia.
Thiago recordó aquelles comidas especiales que su mamá le preparaba, esos platos que solo al podia disfrutar Un calorcito le subió al pecho y con voz bajita, murmurő:
-Mamá, perdoname
Sabrina negó con la cabeza, como quitandole importancia.
-Ya está, manito. Terminamos con las verduras, ahora vamos a la zona de los dulces y escoges lo que más te guste, pa
El pequeño grupo camino hacia la sección de golosinas, con André siguiendo de cerca.
Para André, ese momento resultó ser toda una novedad. Siempre había pensado que acompañar a una mujer de compras era una pérdida de tiempo, algo fastidioso y sin sentido. Pero ahora, fejos de sentirse molesto, hasta tenia garias de quedarse ahi, de compartir ese instante con Sabrina y ver qué elegiría.
Después de pagar todo, salieron del supermercado. Hache los llevó hasta la entrada del edificio donde vivien Sabrina y Thiago. Al bajarse, Sabrina le agradeció:
-Hache, de verdad, hoy te tocó aguantar bastante. Mejor ve a descansar temprano.
No lo invitó a subir a cenar. No quería darle a André la más mínima oportunidad de quedarse pegado a su lado
Hache tampoco insistió y contestó, dejando claro que entendía el mensaje:
-Listo, entonces me despido. Si necesita cualquier cosa, señorita Ibáñez, solo aviserne.
No tardó en marcharse.
En cuanto Hache desapareció, André se acercó a Sabrina y Thiago.
-Thiago -llamó, intentando sonar casual.
Thiago lo miró sorprendido.
-¿Papá? ¿Todavía no te has ido?
André vio que Sabrina cargaba varias bolsas y se ofreció al instante:
-Déjame ayudarte con eso.
Ella retrocedió un par de pasos, esquivando la mano de André.
-No hace falta, gracias.
André la míró, insistente.
-Tus manos son para tocar el violín, deberías evitar cargar cosas pesadas.
Sabrina le devolvió una sonrisa tranquila, pero con cierto filo.
-En estos cinco años, he vivido así todos los días y mis manos siguen igual. No son tan delicadas como para cargar unas bolsas.
Luego, como si recordara algo, se encogió de hombros y sonrió con más soltura.
-Señor Carvalho, mejor vaya a ayudarle a otra señorita con sus compras. Yo aquí estoy bien.
Thiago, que había estado escuchando todo, se metió:
-Papá, no te preocupes. Yo ayudo a mi mamá, no pasa nada.
Sin esperar respuesta, agarró uno de los mangos de la bolsa que llevaba Sabrina.
dañarse por
Thiago, aunque pequeño, entendía perfectamente que su mamá no quería compañía extra. Desde que veía a su papá, notaba cómo a Sabrina se le nublaba el ánimo.
André se quedó callado, sin saber qué decir.
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Ya sin Hache ahi, André no tuvo excusas para quedarse. Sabia que, primero, debía resolver el asunto de Arcell of quera que Sabrina lo aceptara de nuevo en su vida.
André citó a Fabián.
Desde que perdió su lugar como heredero, Fabián había caído en picada: solo pensaba en fiestas, licor y malas compañias, tramando como fastidiar a Fidel.
¿Y Sabrina? Ya ni la mencionaba. Después de tantas derrotas y metidas de pata, había decidido no volver a buscar problemas con ella.
-André, ¿tan urgente era llamarme? ¿Qué pasó?
André lo miró fijo.
-Fabián, sigues queriendo ser el heredero del Grupo Guerrero?
Fabián ni to pensó.
-¡Por supuesto! Si me convierto en el heredero, ya no tendré que soportar la cara de esos hijos fuera de matrimonio.
Después de todo, ¿a quién le molesta tener más plata y poder?
André se inclinó hacia él, bajando la voz.
-Puedo ayudarte a conseguir ese puesto.
A Fabián se le iluminaron los ojos.
-¿Hablas en serio, André?
Nunca olvidó cómo, la última vez que Fidel tomó represalias contra el Grupo Guerrero, André solo lo ayudó porque Jorge intercedió. Y cuando le quitaron el puesto de heredero, André ni movió un dedo. Sabía que todo había comenzado por sus múltiples intentos de meterse con Sabrina. Eso había logrado que André lo viera con otros ojos.
André asintió, con aire serio.
-Pero hay una condición.