Después de atar todos los cabos en su cabeza, Rosana no pudo evitar sentir cómo la emoción le recorría el cuerpo. Su corazón latia con fuerza, como si estuviera a punto de descubrir un secreto largamente guardado.
Para ella, quedaba claro: Estefania había decidido actuar en este momento casi seguro por dinero.
No pasó mucho antes de que Román saliera de la sala de cuidados intensivos. Al verla, se acercó y le habló con un tono
sereno:
-Tu amiga está estable. Tiene muchas ganas de vivir, así que no tardará mucho en despertar.
A Rosana se le iluminó el rostro con una sonrisa esperanzada.
-¿De verdad? Eso es maravilloso.
Cuando Román notó la sonrisa de Rosana, se relajó y hasta sus facciones se suavizaron. Echó un vistazo por la ventana y preguntó, con curiosidad:
-¿Quién era la mujer en silla de ruedas que estaba hace un rato afuera?
-Ella es la madrastra de Sara–respondió Rosana-. ¿Por qué lo preguntas? ¿La conoces?
Le extrañaba que Román se interesara por Estefanía.
Román se encogió de hombros y su voz sonó cortante:
-No la conozco. Pero no me gustó su manera de hablar… se me hizo falsa, como si nada de lo que dijera fuera sincero.
Rosana asintió, sintiéndose respaldada.
-Yo también lo sentí así. Al parecer mi intuición no me falló.
Román la miró con seriedad.
-Te recomiendo que te cuides de esa mujer. No le creas nada.
-Lo tengo claro.
Aun así, a Rosana le resultaba raro el comentario de Román. ¿Por qué de pronto mostraba tanta desconfianza hacia Estefanía? ¿Acaso en realidad sí la conocía? Pero él había dicho que no… ¿Estaría mintiendo?
Román consultó la hora en su reloj.
-Bueno, yo ya me voy.
Rosana se preocupó un poco.
-¿Tan pronto? ¿No quieres esperar a que Sara despierte?
Román le sostuvo la mirada.
-Si vienes todos los días a la familia Lines para cenar conmigo, entonces me quedo hasta que despierte tu amiga.
Rosana asintió sin dudarlo.
-De acuerdo.
Solo tenía que regresar a la familia Lines para cenar, y eso no era nada comparado con la salud de Sara.
Román asintió también y se marchó de la clínica.
Óscar se acercó y le habló cariñosamente:
-Rosita, la neta es que te estás aguantando muchas cosas.
Ella negó con la cabeza, restándole importancia.
-No es para tanto. Solo voy a cenar a la casa Lines, y últimamente hasta me tratan bien, como si tuvieran miedo de que me molestara. No me siento incómoda.
Óscar sonrió, satisfecho, y no insistió más.
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En ese momento, Javier pareció volver en st. Con los ojos inyectados on sangre, se dirigió a Rosana
-Señorita Lines, gracias. Te debo una, no lo voy a olvidar
-No tienes por qué agradecerme. Sara es mi mejor amiga, esto no es nada.
En ese instante, Rosana recibió una llamada de Marina.
Rosana, ¿es cierto que le pasó algo a Sara?
-Tuvo un accidente, pero ya está fuera de peligro.
-No me mientas, por favor. Dicen en internet que está muy grave, que podría quedar en coma,
El semblante de Rosana se endureció.
-No le hagas caso a lo que dicen en internet, eso lo soltó Ángela para asustar. Créerne, Sara va a estar bien.
La voz de Marina sonaba a punto de romperse en llanto.
-Voy a comprar un boleto ya mismo. No me voy a quedar tranquila hasta verla con mis propios ojos.
-No te apures, ven con calma. Quién sabe, igual y para cuando llegues mañana, ya está despierta.
Rosana la tranquilizó con palabras suaves y, después de colgar, abrió el celular y confirmó lo que Marina le había dicho: los titulares de los portales de espectáculos ya hablaban de que Sara estaba grave y a punto de quedar como vegetal.
La mirada de Rosana se volvió dura.
-Ángela, no cabe duda que te urge que a Sara le pase algo.
Óscar suspiró, resignado.
-Jamás hubiera pensado que mi tía terminaría así.
Desde aquella pelea por lo de la inteligencia artificial, casi no había cruzado palabra con ella.
-No importa —dijo Rosana, determinada-. Lo esencial es ir a la cárcel a ver a Maurino y descubrir quién es en verdad Estefanía.
Óscar frunció el ceño, dudando.
-Pero, ¿no te parece raro que Maurino nunca la haya mencionado? Ni siquiera la nombró cuando lo agarraron.
Rosana meditó un instante y luego respondió:
-Tienes razón, nunca la ha mencionado. Pero estoy segura que al menos sabe de su existencia. Quizá simplemente decidió callarse, pensando que no podríamos descubrirlo.
Ambos intercambiaron una mirada cómplice, sabiendo que la verdad estaba a punto de salir a la luz. El ambiente estaba cargado de tensión, como si todo estuviera por estallar en cualquier momento.