Rosana ni siquiera supo cómo llegó al hospital.
Lo único que recordaba era el vacío total en su mente, incapaz de pronunciar una sola palabra.
Dionisio la llevó de la mano hasta la entrada, apretando su palma con fuerza.
-Todo va a salir bien, vas a ver. Anoche llamé a los mejores doctores. Ella va a estar bien, lo prometo.
Rosana se detuvo frente a la puerta de urgencias, pero no se atrevió a acercarse más.
Sus ojos estaban enrojecidos y no podía evitar que le temblara la voz.
-Lo que más detesto en esta vida es quedarme aquí, afuera de emergencias.
En una de las sillas, Javier estaba encorvado, cubriéndose los oídos con ambas manos. Su expresión era imposible de descifrar.
Tenía el cuerpo cubierto de heridas, la sangre seca pegada en su ropa, sin que se supiera si era suya o de alguien más.
En ese momento, la angustia era insoportable para todos.
Rosana respiró hondo, intentando controlar sus emociones, y se acercó a Javier.
-Quiero saber qué fue lo que pasó.
Cuando Javier levantó la cabeza, los ojos le brillaban llenos de venas rojas, completamente hundido en la desesperación.
Dionisio tomó asiento a su lado y le dio una palmada en el hombro.
-Ya están aquí los mejores médicos, no va a pasar nada malo.
Javier fijó la mirada en Rosana.
-Ella quería vivir la experiencia de acampar en la nieve, ver el amanecer desde arriba. Así que preparé todo, en la noche renté una casa rodante y la llevé a acampar a la cima de la montaña. Pero en la subida, un camión pequeño perdió el control por el hielo y nos chocó. El carro cayó por el barranco.
Al escuchar esto, Rosana se cubrió la boca con una mano, tratando de reprimir el llanto.
Javier soltó la confesión entre sollozos:
-No dejo de arrepentirme. ¿Por qué le dije que sí? Si no la hubiera llevado, nada de esto habría pasado.
Rosana limpió sus lágrimas, tragando saliva para poder hablar.
-Fue un accidente, Javier. Si ese camión no hubiera perdido el control, nada malo habría ocurrido.
Pero mientras lo decía, el llanto le escurría por las mejillas.
En ese momento, el elevador se abrió y un grupo grande de personas salió apresurado.
Al frente iba Ángela, con el ceño tan marcado que parecía más una sombra que una persona. Caminó directo hasta Javier y se plantó frente a él, la furia desbordando en su voz.
-Yo siempre estuve en contra de que ustedes estuvieran juntos. ¡Tenía razón, tú la vas a matar!
Javier levantó la vista, la desesperanza pintada en su cara.
-Ella no está muerta, va a salir de aquí, vas a ver.
Sin decir más, Ángela le cruzó la cara con una bofetada y le apuntó con el dedo, temblando de rabia.
-¡Eres un bueno para nada! ¿Quién te crees para pensar que eres digno de ella? Ahora la metiste en un accidente. Si le pasa algo, te juro que no te vas a librar de nosotros. Ni yo, ni la familia Chavira vamos a dejar que esto se quede así.
Los demás familiares se le sumaron enseguida, lanzando frases como dardos.
-Sí, alguien como él jamás sería suficiente para Sara.
-¡Hay que exigir que pague por lo que hizo, no podemos dejarlo así!
Ángela, fuera de sí, lo agarró de la camisa y lo sacudió.
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¿Todavía tienes cara para quedarte sentado? Levántate de una vez, inol Mejor afrodilate y pidele perdon
Pero Javier se desplomó en el suelo, ni siquiera podía ponerse de pie.
Rosana alcanzó a ver que tenía la plerna herida, apenas y le habían puesto una venda limprovisada, como si toda la nochio hubiera soportado el dolor sin decir nada.
Dionisio se acercó y trató de levantarlo.
-Estás muy mal, Javier. Necesitas que un doctor te vea la pierna.
Estoy bien, déjenme aquí.
Javier empujó a Dionisio con las fuerzas que le quedaban.
-Voy a esperar aquí hasta que salga.
-¿Estás loco? ¿No te importa perder la pierna?
Javier se quedó mirando la señal encendida de la sala de emergencias.
-Si a mi pierna le pasa algo, entonces estaré igual que ella. Así estamos los dos.
Dionisio, al oírlo decir eso, no aguantó más y le soltó un puñetazo.
-¡Despierta de una vez, carajo!
-Estoy muy despierto -respondió Javier con la voz apagada.
Se quedó ahí, sentado en el suelo, sin mirar a nadie, solo con los ojos fijos en la puerta, ignorando todo lo que ocurría a su alrededor.
Ángela estaba tan furiosa que apenas y podía respirar.
-¡Sáquenlo de aquí! ¡No quiero ver a este tipo ni un segundo más!
Pero Rosana se paró firme al lado de Javier y miró directo a Ángela.
-Aquí afuera no vamos a armar escándalos. Esperemos a que termine la cirugía, después vemos qué hacer.
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