apitulo 1203
Rosana intento esbozar una sonrisa, aunque su expresión segula un poco tenga,
-No es nada, solo que se me metió una pestaña al ojo hace rato y me costó un buen rato sacarla–comentó, desviando la mirada,
Ah, sí? Bueno, qué bueno que no fue nada grave. Pero si te sientes incómoda, tienes que ir al doctor de inmediato, ¿eh? O dile al médico de la familia que te revise. No hay que dejarlo pasar le recomendó Flora con sinceridad.
Flora le apretó la mano a Rosana con cariño.
Aqui en casa no falta dinero, no tienes que aguantar molestias ni apretarte el cinturón -añadió, con ese tono cálido de hermana mayor.
Rosana asintió.
-Está bien.
La miró atentamente, percibiendo la inquietud que Flora intentaba ocultar. En el fondo, Rosana seguía preocupada. Si no fuera porque por accidente se había enterado de lo doloroso que era el tratamiento de Flora, tal vez de verdad se habría tragado toda la historia de que las cosas iban bien. Ahora, viendo cuánta entereza mostraba Flora, cómo podía platicar con ella con total calma, Rosana no pudo evitar admirar lo bien que sabía esconder su dolor.
Nunca se imaginó que Flora pudiera actuar con tanta naturalidad, como si nada hubiera pasado.
Flora, al notar que Rosana la observaba, le sonrió.
-Hoy en la noche te vas a dar un buen banquete, ya vas a ver. Los cocineros de la casa son buenísimos. Cuando pruebes la comida, vas a saber de lo que te hablo.
-¡Perfecto! Entonces sí voy a esperar con ansias la cena -le respondió Rosana, animada.
S
Cuando Flora terminó de descansar, ambas realizaron el trámite para la salida temporal del hospital y se subieron juntas al carro rumbo a la antigua casa de la familia.
Apenas llegaron y Rosana bajó del carro, se quedó boquiabierta al ver la mansión y el extenso jardín que la rodeaba. El lugar irradiaba lujo por donde se mirara.
-Así que esto es el poder de las familias más ricas… -pensó, sintiendo que su antigua familia, los Lines, no tenía nada que hacer frente a semejante despliegue.
Mientras ayudaba a Flora a bajar, Rosana notó a los empleados de la casa formados en dos filas a la entrada, todos esperando su llegada.
-¡Bienvenidas a casa, señoras! -exclamaron al unísono.
Rosana se sintió un poco incómoda. Jamás había visto un recibimiento tan exagerado, casi como si fueran reinas.
En ese momento, Carmen Jurado salió al patio en su silla de ruedas, con una enorme sonrisa en el rostro.
-Por fin regresan, mis niñas -saludó con alegría-. Acérquense, les tengo regalos preparados a las dos.
Tomó de la mano a Flora y a Rosana, y las jaló hacia ella con gran entusiasmo.
-Una es mi nuera, la otra mi nieta política. Si en vida llego a ver un bisnieto, ya me puedo ir tranquila.
Flora le lanzó una mirada divertida y tosió para disimular.
-Mamá, no empieces a presionar. Los jóvenes apenas van empezando, no pasa nada si se tardan en tener hijos comentó, haciéndole un guiño cómplice a Rosana.
-Tienes razón, hija. Ya ven que a veces se me va la onda. Pero dime, Rosita, ¿cuándo piensas casarte con Dionisio? Mira que la abuelita ya te tiene listos muchos, muchos regalos de boda -dijo Carmen, guiñándole un ojo.
Flora rodó los ojos, resignada.
-Mamá, eso se llama dote.
-Ay, pues mira, como Rosita es la que se va a casar, yo le preparo regalos de boda y tú le das la dote, ¿qué te parece? Así nadie podrá menospreciarla.
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20.01
Me parece perfecto, mama, tu Idea está buenisime apoyo Flora, intentando que la conversación no se sallere de control
Rosana intento decir algo
-Yo pienso que…
Pero Carmen ya la habla tomado del brazo.
Verdad que estás de acuerdo? Entonces así queda. Más tarde vienes y escoges lo que te guste de los regalos. Todo lo que yo tengo, al final será para ustedes -afirmó Carmen con determinación.
Rosana ni siquiera tuvo tiempo de responder antes de que la jalaran hacia el interior de la casa.
El recibidor era tan lujoso como lo había imaginado: techos altos, lámparas brillando sobre mármol y vitrinas repletas de adornos finos. Todo lucía espectacular.
Carmen seguía emocionada y no soltaba a Rosana.
-Rosita, mira toda la comida y la fruta que tenemos aquí. ¿Te gusta? -preguntó señalando la enorme mesa repleta de platillos y postres.
Rosana se quedó un poco perpleja al ver tanta comida.
-Todo se ve delicioso. Muchas gracias, abuelita -respondió con sinceridad.
Carmen le hizo una seña al mayordomo, quien le entregó un libro grueso y pesado.
-Toma, come lo que quieras mientras revisas esto. Si te gusta algo, me avisas y te llevo al banco para sacarlo del resguardo -le ofreció Carmen, guiñándole el ojo.
Rosana se quedó congelada. ¿Ir al banco para sacar algo de la bóveda?
Tenía un pedazo de fruta en una mano y el libro de Carmen en la otra. El peso del libro le hizo darse cuenta de que lo que contenía debía ser valiosísimo.
Si todo eso estaba guardado en la bóveda del banco, la fortuna de la señora Carmen era mucho, muchísimo mayor de lo que Rosana había imaginado.
Por primera vez, la riqueza se le presentó como algo tangible, casi abrumador.
Su familia, los Lines, siempre había sido considerada importante, pero en ese momento, comparada con la familia Jurado, no era nada.
Flora la animó desde el otro lado de la mesa.
-¡Rosana, prueba la fruta! No seas tímida.
Rosana comió un poco, aunque seguía distraída por el libro en la mano.
Carmen, impaciente, la apuró..
-¡Ándale, échale un vistazo! Escoge lo que quieras.