Cuando Flora terminó de hablar, soltó un suspiro pesado.
-Pero, ya ves, nosotras al final solo éramos externas a la familia. Por más que quisiéramos, no podíamos cambiar nada de eso. Al poco tiempo, la mamá de Sara falleció, la otra mujer llegó embarazada y, no pasó mucho, dio a luz a un hijo.
Rosana escuchó todo y, al instante, sintió una punzada de Indignación por Sara.
-¿Entonces la vida de Sara se volvió un infierno después de eso? -pregcruzando los brazos con el ceño fruncido.
-Pues no tanto. Quizás por el remordimiento o porque todos estábamos atentos, el papá de Sara, por cuidar las apariencias, la trataba bien. Al fin y al cabo, la familia Chavira nunca tuvo problemas de dinero. Total, el hijo heredaría el negocio y a la hija le darían una buena suma de dinero para que no le faltara nada.
Rosana no pudo evitar sentir un malestar extraño en el pecho. Entonces revíró:
-Sí, claro, pero al final, ¿el dinero sí terminó en manos de Sara? Es que eso suena raro.
-Nosotras también sospechábamos. Al parecer fue porque así lo decía el testamento. El papá de Sara murió de repente, y ese documento se había escrito tiempo atrás, antes de que pudiera cambiarlo.
Al final, Ángela reunió a toda la familia Chavira, repartió la herencia según lo que marcaba el testamento y mandó a la otra mujer y al hijo a vivir al extranjero.
Al escuchar esto, Rosana empezó a ver con otros ojos la actitud altanera de Ángela. Talvez no era tarrodiosa como parecía al principio.
Si Ángela no hubiese sido tan firme, Sara tal vez nunca habría podido heredar nada.
Si ese testamento hubiera caído en manos de Estefanía, Sara seguramente habría perdido todo.
Rosana frunció el entrecejo y comentó:
-Aunque, no nos hagamos, Ángela también lo hizo por el dinero.
-Sí, tienes razón. Ángela se metió porque le convenía, pero seguramente también sintió un poco de compasión por Sara en ese momento. Solo que el corazón de las personas puede cambiar muy fácil con el tiempo.
Rosana asintió lentamente:
-Eso sí, no se puede negar. Pero ahora que la señora Iglesias apareció de la nada, seguro viene con alguna intención oculta.
Rosana aprovechó para contarle a Flora todo lo que Estefanía había estado haciendo últimamente.
Después de escucharla, Flora se mostró tranquila y le dijo:
-Ella quiere quedar bien contigo, y así acercarse a Sara, ¿no? Al final, Sara ya es independiente. Si ella llegara a ablandarse, igual terminaría apoyando a su único hermano en lo que necesitara.
-Pues sí, parece que por ahí va la cosa. Pero la verdad, con esa cara que tiene, no puedo con ella.
-La señora Iglesias se parece a Leonor, ¿verdad?
Flora también conocía a Leonor. Apretó la mano de Rosana y le sonrió:
-Mira, si alguien no te cae bien, simplemente no te acerques. Ya no tienes que aguantarle nada a nadie. Ahora son ellos los que buscan tu aprobación, los que tienen que esforzarse por caerte bien. Al fin que, siendo la esposa de mi hijo, ¿quién se atrevería a meterse contigo?
Rosana se rio, aliviada:
-Se siente bien saber que alguien te cuida.
La actitud de Flora, igual que la de Dionisio, la hacía sentir respaldada, como si por fin tuviera un lugar seguro.
No pasó mucho antes de que llamaran a Flora para su tratamiento.
Ella, antes de irse, le pidió a Rósana:
-Quédate en la habitación y espérame aquí.
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Capitulo 1200
Está bien.
Rosana la vio marcharse, pero en el fondo sentia que la señora Jurado no quería que la acompañara
Cuando todos se fueron y la habitación quedó en silencio, Rosana dudó un momento. Pero al final, decidió seguirlos sin hacer ruido.
Al acercarse al consultorio, escuchó los gritos desgarradores de una mujer.
El color se le fue del rostro de inmediato. Se acercó a la puerta del consultorio y vio a Flora recostada en la camilla, retorciéndose de dolor, pálida como una sábana.
-¿Cómo puede ser tan duro este tratamiento? -pensó, mordiéndose los labios.
Nunca se imaginó que fuera tan doloroso, y Flora jamás había mencionado nada.
Rosana se quedó de pie junto a la puerta, escuchando los quejidos del interior, sintiendo como los ojos se le llenaban de lágrimas.
No soportando más, se apartó un poco y marcó el número de Román.
No podía quedarse de brazos cruzados mientras la señora Jurado sufría así, tragándose el dolor en silencio.
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