Rosana, al ver a Estefanía y a su hijo, no pudo evitar pensar que el destino era algo imposible de predecir. A veces, las coincidencias parecian demasiado extrañas para ser solo eso.
Después de todo, tenía sentido. Estefania también estaba internada en ese hospital, así que encontrarse no era tan raro. Flora también notó la presencia de Estefanía, pero solo la miró de reojo y no dijo nada.
Las dos caminaron hacia el otro extremo de la explanada, donde había una banca soleada, y se sentaron a disfrutar del
calorcito.
Flora sonrió, dejando que el sol acariciara su rostro.
-Antes no pensaba que el sol fuera tan valioso, pero después de lo que pasó, me doy cuenta de todo lo que dejé pasar por alto -comentó.
-Si, la luz del sol abraza como un buen amigo -asintió Rosana, nostálgica. Recordó aquellos días de su vida pasada, cuando estuvo encerrada en una habitación oscura y lo único que deseaba cada día era salir, aunque fuera solo un rato, para sentir el sol en la piel.
En ese momento, Estefanía se acercó empujando su propia silla de ruedas.
Estefanía saludó con algo de timidez:
-Flora, señorita Lines, ¿también vinieron a tomar el sol aquí?
Rosana volteó y le respondió:
-Sí, qué coincidencia.
Estefanía dirigió una mirada al muchacho que la acompañaba, un chico que apenas rozaba la adolescencia.
-Ven, acércate y dale las gracias a la señorita Lines. Si no fuera porque ella y el señor Jurado te ayudaron ese día, ni me atrevo a imaginar lo que hubiera pasado con nosotros.
El chico dio un par de pasos al frente, con la mirada clavada en el suelo. Le costó levantar la voz.
-Gracias–susurró, casi inaudible.
Estefanía suspiró, con un dejo de incomodidad.
-Este muchacho es algo reservado, señorita Lines, no lo tome a mal.
-No pasa nada. Ya le había dicho que cuando uno ayuda, no espera que le den las gracias, Además, la señora Iglesias ya envió un agradecimiento especial, no era necesario insistir -replicó Rosana, queriendo quitarle importancia.
A Estefanía se le notó la confusión y la incomodidad.
-No, señorita Lines, no era mi intención incomodar, solo quería agradecerles de corazón–aclaró.
Flora intervino con una sonrisa:
-Rosana ya dijo que no hay que agradecer nada. Mejor ya no le den vueltas. Además, tenemos que platicar un rato a solas, ¿les molestaría ir un poco más allá para que podamos hablar tranquilas?
Estefanía asintió de inmediato.
-Claro que sí, no se preocupen.
Dicho esto, giró la silla de ruedas y se alejó con su hijo.
Sin embargo, justo cuando se daba la vuelta, la expresión sumisa que había mostrado se desvaneció, y en sus ojos apareció un brillo extraño, casi divertido.
El muchacho, que caminaba a su lado, notó el cambio en el semblante de Estefanía y luego miró de nuevo hacia Rosana, con una mezcla de confusión y desconfianza pintada en su carita.
Una vez que Estefanía y su hijo se alejaron, Rosana se animó a abrir la boca:
-La verdad, ella no me cae nada bien.
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Amf tampoco–respondió Elora sin dudar.
Rosana la miró, sorprendida.
-¿Por qué no le agrada?
Flora se acomodó en la banca, con la sombra de un recuerdo en la mirada.
-Yo ya había visto a esa mujer antes. Cuando logró quedarse con el papá de Sara Chavira, no podía ocultar su orgullo ni su ambición. Y ahora, con esa actitud tan sumisa, no me da lástima. Más bien pienso que todo lo que le pasa es consecuencia de sus propias decisiones.
Rosana no pudo evitar preguntar:
-Entonces, si el papá de Sara quería tanto a Estefanía y hasta un hijo con ella, ¿por qué casi toda la herencia terminó
en manos de Sara? ¿Por qué el único hijo varón solo recibió unas cuantas acciones?
Flora arrugó la frente, pensativa.
-Eso es algo que siempre me pareció raro. Nadie sabe qué sucedió en realidad ni qué pensaba el padre de Sara Chavira. Rosana sentía que había algo más detrás de todo eso, algo que no cuadraba.
-Señora, ¿usted diría que el papa de Sara la consentía mucho cuando era niña?
-Sí, se puede decir que sí. Como Sara nació con algunos problemas de salud, todos en la familia la cuidaban mucho. Pero en las familias grandes, los padres siempre quieren un hijo varón que herede el negocio, y el papá de Sara no era diferente. Por eso buscó a otra mujer.
-¿Eso fue antes de que los papás de Sara se divorciaran?
-Así es. Aunque la mamá de Sara estuvo enferma mucho tiempo, todos sabíamos que no le quedaba mucho. Cuando apareció Estefanía, todas las esposas la despreciábamos, y también al papá de Sara. Nadie aprobaba lo que hizo.
Las palabras de Flora caían como gotas pesadas, cada una trayendo a flote los secretos y tensiones de aquellas familias de las que tanto se hablaba, pero tan poco se decía en voz alta.
