Capitulo 1198
Rosana pudo notar el cansancio en la voz de Dionisio. Hasta ese momento, realmente comprendió cuan cargado de trabajo había estado él siempre, pero aun asi, antes lograba hacerse un espacio para acompañarla.
Recordó que, cuando ella aún estaba en la secundaria en su pueblo natal, Dionisio incluso se presentó en su escuela para trabajar como médico escolar.
Pensando en todo e
eso, el corazón de Rosana se volvió blando y cálido.
Se puso de puntitas y le dio un beso en la mejilla a Dionisio, pero él no se conformó con eso: la sujeto por la nuca y, sin darle tiempo a reaccionat, la besó en los labios, profundizando el beso.
Diez minutos después, Dionisio finalmente se separo de ella, todavía con cierta nostalgia, y la abrazo con fuerza.
Le dio un beso en la frente y murmuró
-Bueno, está bien. Deja que le pida al chofer que te lleve al hospital.
-No hace falta, vine manejando el carro yo sola.
Rosana entró al vestidor y, frente al espejo, se acomodó el cabello. Notó que sus labios tenían un ligero tono rojizo y estaban un poco hinchados, y que su cara seguía ardiendo.
Dionisio apareció en la puerta, observándola en silencio.
Rosana se volteó y preguntó:
-¿Por qué me miras así?
-Pensaba… qué bueno que no fue aquí en el vestidor, porque seguro no me habría controlado.
Rosana entendió al instante lo que él quiso decir con esas palabras, y le lanzó una mirada rápida, entre divertida y apenada.
Así que todavía no se daba por vencido con el vestidor.
Bajo la cabeza y pasó junto a él para salir, pero volteó antes de irse:
-Mejor ponte a trabajar, ¿sí? Ya me voy.
Dionisio la siguió con la mirada mientras se alejaba, una sonrisa suave asomando en sus labios.
Se sentó de nuevo en su silla y, por primera vez, se sorprendió a sí mismo esperando con ansias la hora de salida.
Rosana salió directamente del Grupo Jurado y se dirigió en su carro hacia el hospital.
En el camino, se detuvo a comprar un ramo de girasoles.
Sin perder tiempo, fue a la habitación de Flora. Al ver a la mujer sentada en la cama, Rosana notó que Flora había adelgazado bastante.
Eso le apretó el corazón, pero trató de mantener su sonrisa:
-¿Y usted cómo se ha sentido estos días, señora?
-Mucho mejor, gracias. Los girasoles que me trajiste están llenos de vida, justo lo que necesitaba.
La expresión de Flora se relajó y su sonrisa se volvió más genuina al mirar el ramo de girasoles.
Flora tomó la mano de Rosana y, al ver el brazalete en su muñeca, comentó:
-Veo que a la abuelita le caíste muy bien.
Rosana también miró su muñeca y sonrió, un poco apenada.
-Yo tampoco esperaba que la abuelita regresara tan pronto.
-A ella le gusta aparecer de sorpresa, pero la verdad, vino más por Dionisio que por ponerte a prueba.
-Eso lo sé, nunca pensé qué viniera solo por mí.
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21:07
Ese día, la visita de Rosana af Grupo Jurado había sido totalmente improvisada. La abuelita Jurado ya estaba en la e así que era imposible que su presencia hubiera tenido algo que ver con ella.
Flora, entre risas y ternura, añadió:
-Ese brazalete que llevas es parte de un par. Yo tengo el otro. Ya llegará el día en que te lo entregue, y entonces to lo pasarás a la siguiente generación.
El calor subió al rostro de Rosana, asi que cambió el tema con rapidez:
-Señora, ¿ya sabe a qué hora le van a dar de alta hoy? Quiero quedarme a acompañarla.
-No te preocupes por mi, tú tienes tus cosas.
-Ya terminé los exámenes finales, y hoy no tengo nada pendiente. Puedo quedarme sin problema.
-En la tarde tengo que recibir otro tratamiento más, pero después de eso ya podré salir.
Rosana asintió:
-¿Le incomoda el tratamiento?
Flora dudó un poco antes de responder:
-Está tolerable. Además, hoy el sol está bonito. ¿Me acompañas a dar una vuelta afuera?
Rosana aceptó sin dudar y bajó con Flora al jardín.
Al llegar al pequeño jardín del hospital, se encontraron con una escena inesperada: una mujer en silla de ruedas con un muchacho de alrededor de doce años de pie a su lado.
Rosana se quedó mirando, un poco sorprendida. ¿Cómo era posible encontrarse aquí con Estefanía y su hijo?
Capitulo 1199